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El Barça del pasado martes exhibió las mismas extraordinarias virtudes futbolísticas que la temporada pasada le condujeron a la conquista del "triplete". Velocidad de balón, una endiablada movilidad en ataque y la mecanización de la excelencia no sólo abatieron al Inter sino que recordaron al equipo que lo ganó todo.
La explicación es que el martes jugaron los repetidores de curso en un once sin un solo fichaje de los tres de esta temporada. También esta circunstancia podría justificar partidos como el de San Mamés y Pamplona o ante el Rubin Kazan donde siendo los genes del equipo iguales en un noventa por ciento el fútbol acabó resultando distinto, no mejor ni peor, sino más irregular en el ritmo.
La identidad del 'tricampeón' ha resultado ser un cromosoma dominante cuando su juego se cruza con otras especies tan distintas como son Ibrahimovic en ataque o Chrygrynskiy en defensa. El equipo puede ofrecer incluso más espectáculo en un momento dado, pero no jugar a ciegas como ante el Inter ni superar la velocidad permitida.
Atacar con aquella determinación, sintiendo y presentiendo los movimientos del compañero, todo eso sincronizando y continuado con el resultado de una intensidad brutal, sólo está hoy al alcance de los de siempre. Messi se habría puesto, otra vez, las botas si hubiera jugado.
Será cuestión de tiempo que tanto el ucraniano como el sueco alcancen algún día ese nivel de trance colectivo sobre el campo. Ibrahimovic Chygrynskiy, como Maxwell, provienen de planetas tan distantes que se han adapttado a esta nueva atmósfera pero no a la gravedad todavía
