Si Old Trafford es el teatro de los sueños, el Revellín bien puede ser el de la fantasía. Dicen que la realidad siempre supera a la ficción. Si lo vivido este 26 de noviembre en el céntrico auditorio no ha cumplido con esa máxima, que baje Dios y lo vea (si es que tiene capacidad de rebobinar o de viajar hacia atrás en el tiempo, claro).

El patio de butacas del Teatro ha sido testigo directo este frío domingo prenavideño de un evento como pocos se recuerdan a lo largo del último lustro. La Consejería de Sanidad y Servicios Sociales prometió al colectivo de mayores de nuestra salada tierra que traería a Ceuta un espectáculo único, singular. No iba de farol. Su nombre: Así canta Jerez.

Además de las propias butacas, quienes también han sido testigos directos de la obra han sido aquellos que han ocupado estas mismas. La concesionaria del servicio de vigilancia y seguridad del Revellín abría las puertas del recinto poco después de las cinco y veinte de la tarde. Pese a la prematuridad, la antelación de los asistentes era aún mayor. Había, de hecho, quien llevaba guardando cola más de media hora, casi como si alguien ajeno a su círculo le fuese a usurpar su asiento (los seres humanos y sus cosas).

Quince minutos antes de producirse las campanadas de las seis en punto, la platea presentaba un lleno absoluto; no cabía ni un alfiler. Cientos de espectadores rebosaban en lugar hasta los topes para presenciar una función de esas que se recuerdan para toda la vida (casi al nivel de un partido de fútbol de alto nivel).

Según los datos que maneja la Dirección del Teatro, alrededor de 600 almas han rebosado hasta los topes la platea, el gallinero y hasta los palcos; estos últimos, reservados para aquellos que han decidido acudir al evento por su cuenta y riesgo, fuera del paraguas del Centro de Mayores.

La gustosa encargada de abrir la veda ha sido Susana Hevia. La más célebre presentadora de la radiotelevisión pública local ha sido la primera en subirse a las tablas del auditorio para introducir el acto. "Esos abuelos... Transmisores de sabiduría, de experiencias, de valores...", arrancaba, refiriéndose a su propio público. "Prepárense para disfrutar de los mejores villancicos de la Navidad", adelantaba.

Los nervios estaban a flor de piel: había ganas y el cuerpo lo sabía. Llegada la hora, las luces se apagaban; los nervios se multiplicaban. Entre aplausos, la tramoya hacía correr las cortinas del escenario a la par que un dilatado elenco de artistas entraba en escena. Once mujeres y otros once hombres tomaban asiento para dar comienzo al show. "¡Vamos ahí; como ustedes sabéis!", voceaba un guitarrista.

Las palmadas y el taconeo servían para poner a tono de manera casi inmediata a todos los presentes. Muchos, de hecho, no dudaban en sumar sus extremidades al directo, casi como queriendo contribuir desde la distancia. Media hora y varias canciones después, los ánimos continuaban intactos; seguía habiendo ganas.

"Cuando nos propusieron venir a Ceuta, muchos nos asustamos por aquello de tener que subirnos a un barco", bromeaba el líder de la agrupación. "Pero aquí estamos", proseguía, casi en el cénit del espectáculo. Para mayor gloria de los asistentes, los villancicos seguirían resonando durante otra media hora. La conclusión es clara, meridiana: el éxito ha sido rotundo.