"Un acto sobrio, pero solemne": así se ha referido Marcos Llago al evento que le ha valido al Cuerpo de Especialistas del Ejército de Tierra la conmemoración -una más- de San Juan Bosco. La Unidad ha celebrado a su patrón a golpe de parada militar en ese mismo acuartelamiento que, de cumplirse los plazos, debería ser una parcela repleta de viviendas de aquí a unos cuantos años: Otero
El clima no acompañaba en absoluto: el cielo estaba cubierto, hacía frío, soplaba el viento y la humedad calaba hasta en los huesos. A pesar de todo, la ilusión era máxima; ni siquiera las inclemencias del tiempo han sido suficiente para tirar por tierra lo que estaba por venir.
El evento ha transcurrido al completo bajo techo, en el interior de una faraónica nave ubicada a pocos metros de distancia de la puerta que da acceso al cuartel. Puede que, tras la decisión, estuviera el parte meteorológico (había previsión de lluvia). También puede que todo estuviera orquestado desde un inicio; no se sabe.
Minutos antes de producirse el pistoletazo de salida, la tropa permanecía ya formada dentro de la estructura, a ambos lados del carril central. Por haber, había hasta personal de la Armada; también, un buen puñado de autoridades civiles y hasta un abultado grupo de familiares y acompañantes.
Lo primero en hacer acto de presencia (antes, incluso, que Llago) era la bandera nacional. Esta accedía al lugar -escoltada- por mediación de una pareja de funcionarios. "Les ruego a todos que se pongan en pie en señal de respeto", requería por megafonía el relator de la ceremonia. Bastaba con una única petición; los asistentes se levantaban raudos de sus asientos.
Con la rojigualda ya coronando el acto, hacía su entrada (ahora sí) el comandante general, quien llegaba a la zona con suma puntualidad y en compañía -cómo no- de su plana mayor. Nada más arribar, Llago se subía a lo alto del púlpito que lo acreditaba como máximo jerarca de la cita. Inmediatamente después, el general de División daba inicio al preceptivo pase de revista.
En un principio, la parada no iba a distar en absoluto respecto a todas esas que se ven a menudo en otras bases; apenas iba a haber diferencias en el modus operandi. Al final, las ha habido. El reciente fallecimiento del que fuera "uno de los grandes arquitectos de la integración europea", el francés Jacques Delors, ha hecho que España esté de luto oficial. Siendo el contexto el propio de un duelo, el Ejército ha optado este 31 de enero por evitar cualquier tipo de muestra de honor (y por hacer ondear sus banderas a media asta, claro).
Antes de dar paso a la pertinente ronda de condecoraciones, José María Sánchez Baglietto, Andrés Valero Callejón, Mimon Haddu Bumedien y Mario Augusto de Sousa Martín, cuatro veteranos (y conocidos) funcionarios del cuartel, eran llamados a filas para renovar su compromiso con la patria antes de despedirse -en parte- de la vida castrense: todos pasan este año a la reserva.
Los citados no han sido los únicos afortunados en besar la bandera de España: dos civiles, Manuel Vallecillo Rodríguez y José Espinosa Suárez, hacían lo propio instantes después. El estamento militar ha querido, de esta manera, agradecer a ambos su colaboración y su buena predisposición para con el gremio durante sus respectivas décadas en activo.
Refrendado el acatamiento de unos y otros a la disciplina militar, las autoridades presentes en la zona comenzaban a repartir las medallas a la docena de efectivos propuestos para ser galardonados. La parrilla final de condecorados ha quedado tal y como sigue:
Real y Militar Orden de San Hermenegildo
-José María Mediavilla Muñoz
-Baltasar Ángel Palacios Prieto
-Julián Campos Menjibar
Cruz del Mérito Militar con Distintivo Blanco
-Mohamed Hamed Mizzian
-Mohamed Harrous Mohamed
-Moisés Carmona Hidalgo
-Bilal Mohamed Aaiad
-José Manuel Barroso Escolano
-Iván López Sánchez
Cruz de la Constancia en el Servicio
Bartolomé Jesús Pan
Rubén Vega Ruiz
Raúl Campo y Ballesteros
Además de las distinciones, lo que también se ha entregado ha sido una denominada 'cédula de nombramiento'. Su receptor ha sido Carlos Herrera Carrasco, quien, desde hoy, ostenta el cargo de 'almojarife honorario' del cuartel de Otero.
Tras imponer cada una de las doce insignias, llegaba el momento de homenajear a todos cuantos han dado su vida por España a lo largo de la historia. Como marcan los cánones, un pequeño cortejo formado por no más de ocho militares aparecía en escena. Los dos que iban en vanguardia portaban consigo una vistosa corona de flores. "Lo demandó el honor y obedecieron; lo requirió el deber y lo acataron; con su sangre, la empresa rubricaron; con su esfuerzo, la patria engrandecieron", pronunciaba el relator. "No quisieron servir a otra bandera; no quisieron andar otro camino; no supieron vivir de otra manera", concluía.
Los encargados de depositar la guirnalda a los pies del monumento que recuerda a los caídos han sido Llago y el actual jefe de la ULOG caballa, José Miguel Barranco Ferrer. Luego de colocar cuidadosamente el laurel, ambos se llevaban la mano a la frente mientras la música sonaba de fondo. Finalizaba, así, ese "acto sobrio, pero solemne" al que hacía referencia el propio comandante general.