A veces las malas notas en el colegio o la caída del rendimiento en aquel deporte que tanto le gustaba a un niño aparentemente feliz ocultan tras de sí un problema mucho mayor. Cuando hablamos de abusos sexuales a menores resulta cuanto menos alarmante saber que los "indicadores altamente específicos" que desvelan de forma inequívoca la presencia este tipo de violencia contra la infancia son a su vez los menos frecuentes. Por eso, aprender a hablar 'su idioma' y leer las señales resulta clave.

Es parte del trabajo de Natalia Pérez y Águeda Aguilar, de la Fundación Márgenes y Vínculos, quienes estarán mañana en la Biblioteca Pública del Estado 'Adolfo Suárez' a partir de las diez de la mañana para instruir a profesionales del mundo deportivo en la detección precoz de la violencia sexual y la creación de espacios seguros.

Márgenes y Vínculos ya ha puesto su atención en otros colectivos que intervienen en la infancia, como el judicial, educativo o sanitario y ahora es el turno de las federaciones deportivas y profesionales del sector, quienes gracias a la nueva Ley de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia deberán estar formados en prevención y detención de la violencia sexual y conocer (incluyo encarnar) la figura del "Delegado de Protección". "Una persona referente dentro de la entidad deportiva en la que los niños saben que pueden acudir si sufren algún tipo de violencia, como una persona de confianza", explica Pérez.

El miedo y el desconocimiento hacen que sean pocos los niños y niñas que revelan un abuso sexual que "en muchos casos se da incluso dentro del entorno familiar", donde son frecuentes -por desgracia- las respuestas de "incredulidad" cuando los pequeños logran verbalizar lo que les sucede.

Esta situación también se da entre los profesionales de toda índole por "falta de conocimiento o sensibilidad", incluidos aquellos que realizan prácticas deportivas junto a los infantes: "Casi siempre pensamos en otros factores, que el niño esté sufriendo 'bullying' o maltrato en casa, pero parece que nunca se nos viene a la cabeza que pueda ser violencia sexual", insiste Pérez. 

Y es que "los niños son muy diferentes" y expresan su malestar de maneras que no siempre son correctamente percibidas por los adultos. Las conductas sexualizadas, el conocimiento sexual precoz o incluso la masturbación compulsiva, enumera, pueden ser síntomas de un abuso. También los cambios en el comportamiento del niño: una bajada en las notas o problemas de irritabilidad, ansiedad o apatía no son siempre 'cosas de la edad', sino el síntoma de un abuso.

Como aperitivo de algunas de las pautas que desvelará junto a Aguilar en su charla Pérez adelanta que un lugar seguro para la infancia -y adolescencia- tiene que ver con el respeto de los derechos de los menores; así como "contar con su participación a la hora de tomar decisiones". "Muchas veces se nos olvida la importancia que tiene el preguntarle a los niños qué necesitan ellos para sentirse seguros, bien y desarrollarse de manera correcta", recuerda.