Tuvieron que terminar su ruta antes de lo previsto, pero eso no les ha estropeado el día. Más de un centenar de moteros se daban cita en los bajos de la Marina en la mañana del sábado para disfrutar de una concentración diferente. Lo hacían seis años después de la primera edición de 'Rodando por la ELA', una quedada en favor de la Asociación 'Fundela'.

"Mañana podríamos no estar aquí", recordaba Auixa Abdelkader, sobre los numerosos motivos para acudir a la llamada de la solidaridad. "Aquí tampoco hay ocio para la juventud, esto dinamiza y es por una buena causa, nunca es tarde si la dicha es buena", animaba.

El sol brillaba entre las nubes, reflejando las piezas cromadas y los carenados más pulidos y el rugir de las motos recordaba a Ceuta que los amantes de la velocidad sobre dos ruedas estaban allí. "Hemos venido desde San Roque", contaba Gemma Villarrubia, entusiasmada por volver a su ciudad natal. Convencida de la importancia de arrimar el hombro para lograr el cambio. "Estas cosas me emocionan y me gusta poder aportar mi granito", aseguraba la caballa. 

A las once y media, ya organizados, salían hacia la rotonda del Poblado Marinero haciendo sonar los escapes, comenzaba entonces a cubrirse el cielo. El recorrido pretendía seguir toda la Marina hasta Benzú, subir García Aldave y atravesar el centro "evitando en la medida de lo posible" los semáforos para terminar en el Hacho. Fue este último tramo el que empañó la lluvia e hizo que muchos volviesen a casa.

Otros tantos decidieron ponerle buena cara al mal tiempo y se dirigieron de nuevo al Auditorio de la Marina, donde dieron comienzo a la sesión vermú resguardados por las carpas y toldos. No faltaron comida, bebida y anécdotas hasta volver a ver salir el sol. Así, entre cervezas, música y risas llegó la hora del sorteo. Quien más, quien menos, todos ellos se han sentido afortunados de compartir esta II 'Rodando por la ELA'.

Todo ello no habría sido posible sin Sara Gutiérrez y Hafsa Heredia. Ellas fueron quienes en 2017, tras el fallecimiento de Puri, la madre de Sara, se propusieron ayudar a dar visibilidad a esta "enfermedad olvidada" que, de momento, no tiene cura. "Se nos fue la cabeza en verdad, fue súper improvisado", recuerdan. El miedo al fracaso tras una primera convocatoria llena de éxitos en la que recaudaron 5.000 euros las mantuvo paradas hasta este año, en el que Gutiérrez insistió. "El 'no' ya lo teníamos, así que dije vamos a hacerlo", cuenta.

"La esperanza es lo último que se pierde" y gracias a las generosas aportaciones de numerosos negocios de la ciudad esperan poder incluso superar aquella primera colecta. Lo importante al final era "pasárselo bien" y "recaudar fondos", coincidían las organizadoras, satisfechas en ese sentido con el poder de convocatoria del evento y agradecidas a todos aquellos que no se asustaron cuando vieron que comenzaba a llover.