Ya tocaba: tras largos meses en barbecho, la Ciudad ha iniciado este 11 de enero sus ya acostumbradas labores de retirada de naranjas de la vía pública. Son decenas, cientos. Crecen casi de manera descontrolada. Aunque son perfectamente comestibles, su calidad y su sabor (y su zumo) difieren mucho del de aquellas que se venden al kilo en fruterías y supermercados.

En esta ocasión, se está encargando de las labores el Grupo Tragsa. Desde primera hora de la mañana, una cuadrilla integrada por algo menos de una decena de operarios ha estado trabajando intensamente en medio del también intenso olor a cítrico. Palo en mano, los asalariados han ido vareando, uno a uno, los árboles que hay a un lado y al otro del céntrico paseo del Revellín hasta dejarlos prácticamente pelados.

Por fortuna para los paseantes, las tareas no han obligado más que a acordonar un par de zonas concretas; nada de restringir accesos. "Señora, pase por el otro lado si no le importa", le pedía uno de los empleados a una mujer que se disponía a cruzar el paso de peatones que corta la calle Padilla, justo el único punto que ha debido ser momentáneamente perimetrado.

Los primeros árboles a los que Tragsa ha metido mano han sido los que están colocados a medio camino entre el Zara y la tienda de Movistar. De ahí, hacia arriba, dirección calle Real. En medio del 'caos', más de uno ha aprovechado la coyuntura para llevarse a casa un par de piezas. Porque sí, todavía hay quien gusta de hacer mermelada de naranja amarga con su Thermomix.

Tras la laboriosa operación, los naranjos que dan sombra a la zona peatonal del centro de la ciudad vuelven a lucir completamente libres de frutos. Seguirá siendo así hasta dentro de, al menos, unos cuantos meses. Hasta entonces, se acabó el 'chollo' para aquellos (pocos) cazadores-recolectores modernos que, de tanto en tanto, acostumbran servirse de la naturaleza en pleno casco urbano.