La (mala) suerte quiso que
los líderes europeos aprobaran la última ayuda a Grecia el 27 de octubre, en la víspera de que el país mediterráneo conmemore el día de 1940 en el que el dictador Ioanis Metaxas impidió la entrada de las tropas italianas de Mussolini al inicio de la II Guerra Mundial. La fiesta que se ha convertido en una reivindicación de la independencia helena se celebró tras conocer un acuerdo que implica ceder más soberanía a Europa tras meses en los que las decisiones cruciales sobre Grecia se han tomado
más en Berlín que en Atenas. Pero el intento del primer ministro, Yorgos Papandreu, de neutralizar la indignación popular con
un referéndum por ahora solo ha conseguido poner a su Gobierno contra las cuerdas y llevar a la eurozona a una situación límite, con las Bolsas derrumbándose y
la prima de riesgo de varios países a punto de reventar.