Es posible que yo sea más weberiano de lo que sea deseable e incluso de lo que yo era consciente, pero la separación de economía y cultura de la que últimamente hablamos en Neoprogs.com no deja de resultarme llamativa y algo incómoda.

Los seres humanos respondemos a incentivos. Creo que esto no admite formalmente demasiadas discusiones, ya que tenderemos a hacer aquello que nos genere más beneficios. En consecuencia no elegirá lo que le produzca menos beneficios o le proporcione directamente perjuicios. Simplificando muchísimo. ¿Vale esto para la Economía? Por supuesto.

El asunto, cuando hablamos de Cultura y Economía, no es solamente si este esquema explica el comportamiento humano, sino cómo una sociedad interpreta lo que es un incentivo y que jerarquía tiene dentro del conjunto de incentivos. Eso sí que es cultural y es lo que hace que un incentivo pueda funcionar perfectamente en una sociedad y ser ignorado en otra.

El juicio sobre el incentivo depende de los precedentes económicos, de su estructura social, de la mentalidad y de esos criterios que se llaman “valores”. Esto transforma la jerarquía.

¿Esto quiere decir que la Cultura es un ente necesario inmutable? No, desde luego, pero tan ingenuo es pensar que los cambios culturales son imposibles (basta con leer un poco) como que los cambios culturales se producen a través de unas cuantas medidas contenidas en la normativa reguladora del mercado laboral.

Las reformas económicas, para que sean útiles y efectivas y no tengan efectos no pretendidos producir cambios sociales y, sobre todo, culturales, no han de padecer inmediatismo y deben poseer un buen conocimiento de cómo los elementos conservadores de la sociedad (independientemente de su ideología concreta) pueden abortar o producir efectos no deseados.