La Iglesia Católica en España es una especie de gigante con pies de barro. Tiene el mérito de estar presente en los medios de comunicación, especialmente por su vehemencia cuando tenemos un gobierno socialista, pero con un gravísimo problema de personal.

La edad media de los sacerdotes españoles no hace más que subir, lo cual no quiere decir otra cosa que no hay repuesto en las parroquias españoles, la mayoría de las cuales están confiadas a un cura que se reparte entre varias, especialmente en las zona rurales.

¿A qué se debe esta pérdida de personal en un país que tenía tantos sacerdotes que lo exportaba a todo el mundo? Lo atribuyo a tres causas:

1) El público objetivo ha disminuido. Aunque el número nominal de católicos siga siendo porcentualmente relevante, no lo es el de otros indicadores tales como la práctica sacramental. Por tanto, los sacerdotes tienen que salir de entre un número menor de personas.

2) El sacerdote ha perdido todo el prestigio social que tenía anteriormente. El acceso al sacerdocio iba precedido de unos estudios medios y superiores a los que muchos españoles no podían acceder. El sacerdocio daba una posición equivalente a la de sacarse algunas oposiciones.

3) El sacerdocio ha perdido sus utilidades sotereológicas (relativas a la salvación). Si uno era un varón y además religioso, preocupado por la salvación trascendente, el sacerdocio te colocaba en una de las posiciones de salida hacia el paraíso, aunque se cobrase un precio caro, como es el celibato. En el momento que el sacerdote está en la misma posición, no tiene sentido renunciar a algo humanamente esencial para alcanzar lo mismo.