El juego es tan serio como el que Nietzsche observaba en los niños. Si nos atenemos al adagio, de ello depende que el mundo no empeore. Tratamos de cumplir a rajatabla las reglas que adoptamos al inicio: evitar las autopistas, autovías y carreteras nacionales siempre que sea posible; no reservar para comer, cenar o dormir, y dejarse llevar por los accidentes y las tentaciones del viaje. Es así como llegamos a Consolación.
Sin darnos cuenta, pasamos Monroyo, de donde partía el desvío hacia Horta de Sant Joan y Miravet, y acabamos descubriendo Consolación, y un reclamo tan pijo como eficaz: «A d...