Lo conocí en el año dos mil, mi ciudad le daba el Premio Convivencia, y a mi me invitaron a un acto sencillo y emotivo en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Quería presentármelo una amiga hindú, pero le pedí que mejor que no porque me daba vergüenza. Lo veía tan grande y yo me sentía tan pequeña que prefería pasar desapercibida ante un alma tan enorme. La gente lo rodeaba y él se dejaba saludar y querer.

Empezó a hablar, y me encantó, contó todo lo que hacían en la India, no él, su Fundación. Llenaba de alegría la sala con sus palabras. No hablaba de reconocimientos ni de  premios, sino lo que haría con ese dinero, con un pragmatismo absoluto explicándonos que iría a parar a una escuela nueva o a un hospital, no lo recuerdo. Pero nos exponía las cuentas….

Después habló de las Ongs, yo en aquella época andaba acompañando a las victimas de la violencia de género, cuando la Ley Integral no existía y todo era mucho más complicado. Dijo que éramos necesarias y que cada una ocupa un espacio importante en la construcción de un mundo mejor. Sus palabras me envolvieron, sentí que  hablaba   para mí, y me sentí hermosa  y buena. Creí más que nunca lo que hacía, prometí “tomar siempre partido hasta mancharme,” comprometerme de por vida en cualquier causa que creyera justa y luchar por un mundo más igualitario y diferente.

Hoy se nos ha ido, descanse en paz, sé que andará cerca de Dios, es un hombre bueno, y espero que nos ayude a seguir a aquellos y aquellas que no tenemos su fuerza.

“Hay hombres que luchan un día, y son buenos; hay otros que luchan un año, y son mejores; hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos, pero hay los que luchan toda una vida… ésos son los imprescindibles”.

Belton Brecht