La Liga decía adiós en el Bernabéu, el tiempo y la esperanza blanca expiraban juntos, cada vuelo final del balón era un heraldo negro, y entonces, en la frente alzada de Cristiano, se concentró toda la vieja bravura de ese Madrid que gusta de seducir a las postrimerías y se pierde -hasta ganar- por los placeres del abismo. El título quedó sin dueño en el aire.
Rompa usted eso que se llama «el calendario de la Liga»; no lo lea en los periódicos, no lo escuche en las tertulias. Ni caso, no sirve para nada. Calendario fácil, calendario difícil... Ni lo mire, jamás dice la verdad, siempre engaña. ...