El tiroteo que tuvo lugar en nuestra ciudad el pasado domingo me ha hecho reflexionar sobre el problema de la violencia, sobre aquello que creo que la produce y sobre lo que pienso que puede ayudar a reducirla. Yo, personalmente no considero que la violencia sea un problema en sí, sino más bien la consecuencia directa del problema, su manifestación. Existe un modelo de sociedad determinado, que se traduce en decisiones políticas determinadas y que produce situaciones sociales determinadas. La violencia callejera no es más que el resultado lógico de la marginalidad y la pobreza inherentes al sistema. No existen tiroteos en La Moraleja ni en los barrios caros. Es en los barrios marginales y en las zonas más humildes donde los chavales crecen viendo a bandas rivales pelearse a navajazos por el control de la zona, donde se crean guetos en los que ni los transportes públicos ni la policía se atreven a entrar, donde señoritas y señoras venden su cuerpo por unos euros o unos gramos y donde el paro y la falta de oportunidades arrojan diariamente a hombres y mujeres a las garras del alcoholismo y la drogadicción en busca de una anestesia que ayude a hacer de la vida un camino algo más llevadero. Son las personas de estos barrios, los pobres de estos barrios, los que llenan las cárceles. Son las víctimas del sistema quienes llenan las cárceles del sistema. Los poderosos, los verdaderos delincuentes, los banqueros, políticos y empresarios que se hacen de oro a costa del sufrimiento ajeno, los que crean las circunstancias que producen violencia, jamás pisan el talego, o si lo pisan lo hacen de pasada, en proporciones irrisorias y rodeados de lujos y privilegios. Al fin y al cabo, los dueños del chiringuito no van a mantener un sistema judicial que aplique correctivos realmente severos hacia ellos mismos. Serán sádicos, pero no masoquistas.

La violencia no es, por tanto, el problema, sino la consecuencia de éste. Construir más cárceles o endurecer el Código Penal, como ha hecho el inefable Gallardón, no soluciona nada y sólo nos lleva a acercarnos más al modelo norteamericano, al modelo de un país que presume de democracia y que con un 4,5% de la población mundial ostenta el dudoso honor de reunir al 25% de los encarcelados del planeta. Yo no quiero que mi país construya más mazmorras ni castigue más duramente a los delincuentes; yo quiero que mi país intente acabar con aquello que produce delincuencia. No quiero poner parches al problema, sino acabar con él. Y por eso pienso que todas las medidas que el Partido Popular está llevando a cabo contribuyen a fabricar una sociedad más pobre, menos formada, más indefensa y, por lo tanto, más violenta. Porque cuando recortas en Educación estás recortando en futuro y le estás quitando a toda una generación las armas con las que desenvolverse en el mundo, las armas necesarias para formarse y llegar a ser hombres y mujeres con capacidad crítica, con cultura y opinión propia. Algunos dirán que conocen a personas que fueron pobres y marginadas y que con esfuerzo y tesón llegaron a ser grandes triunfadores. Sí, y hubo muchos judíos que sobrevivieron al nazismo, lo cual no quita que fueran perseguidos y masacrados. Los datos están ahí y la realidad es que las políticas que crean pobreza crean carne de cañón, carne de autodestrucción y carne de trena. Y nuestra Ceuta, la ciudad con más paro, con más pobres y con más personas en riesgo de exclusión social de España es un claro ejemplo de ello.

Yo no pretendo que el Partido Popular cambie su modo de hacer política, no me malinterpreten. Sé que eso es imposible y que en su modelo de sociedad, la gente de abajo sólo cuenta para mantener los derechos y los privilegios de los de arriba. Lo que sí pretendo es que toda esa gente cegada por el falso sueño americano basado en el “si tú no has triunfado es porque no te lo has currado”, la gente que piensa que los tiroteos de los barrios no tienen relación directa con las políticas estatales y locales, despierte de una vez y vea que la realidad es muy distinta, que esa sociedad que aplaude a “triunfadores” como Amancio Ortega necesita de muchísimos “perdedores” que sostengan con su miseria la riqueza de aquellos que son presentados como ídolos y como modelos de superación y esfuerzo. Que es absurdo y de idiotas apoyar unas políticas que benefician a un privilegiado 1% pensando que si trabajas muy duro y eres más listo que el resto, tal vez puedas llegar a formar parte de esa élite. Que la violencia callejera es el reflejo de la violencia institucional.