Hay por ahí quien decía que no había guerra sindical, que "nunca la ha habido", que no eran más que roces, peleas de patio de colegio por ver quién se desloma más por los trabajadores (públicos) en la carrera hacia la plena felicidad laboral. La hay; hay guerra. Y no puede ser más descarnada. Nada hacía presagiar que las recientes elecciones sindicales fuesen a ser tranquilas. Comisiones Obreras se colocó en la pole position hace escasamente una semana con aquello de que UGT trataría de pervertir la cita que los funcionarios de la Ciudad tenían con las urnas. "Tenemos pruebas", decían. Nunca salieron a la luz.

Hoy, 5 de diciembre, ocho días después de que CCOO utilizase la presentación de su candidatura como pretexto para despachar a sus adversarios, los ugetistas han lanzado la contrarréplica. Lo han hecho a través de una rueda de prensa que tenía por objetivo "hacer una valoración conjunta de lo sucedido"; también, "hablar de cara al futuro". Al final, la cosa se ha acabado torciendo.

Dicen que la matemática es la única ciencia exacta. Parece que la máxima no aplica a los procesos electorales. No a juicio de UGT, al menos. Y es que, pese a haber cedido un delegado sindical en el comité de empresa de la Administración local, los de Juan Carlos Pérez consideran que no ha habido derrota. "Es cuestión de opiniones", alegaba Antonio Ramírez. "Hemos ganado en la Junta de Personal Docente; llevamos cuarenta años haciéndolo", presumía.

Para la plana mayor de UGT, la circunstancia es de "gran satisfacción". "Es cierto que hemos perdido un representante por milésimas, pero, al fin y al cabo, hemos subido en número de votos con respecto a las anteriores elecciones", exponía Ramírez, quien considera que el trabajo desempeñado por los suyos ha sido "magnífico". Te preguntarás, "¿cedes un delegado y lo celebras?". Hay un porqué.

Desde la Unión, dicen haberse encontrado con "una campaña sucia e infame". "Hemos tenido que aguantar muchísimos insultos y descalificaciones: que si engañamos a los trabajadores, que si hacemos trampas...", detallaba Ramírez, resignado: "Este es el nivel". El sindicato siempre ha tenido "muy claro" que sus contrincantes "no son el resto de centrales, sino el Gobierno". "Por desgracia, CCOO ha decidido tirar por otros derroteros", lamentaba el máximo responsable del ala de Servicios Públicos de UGT.

Los ugetistas creían que CCOO era "un sindicato que defiende a los trabajadores"; se han dado cuenta de que "no es así". "Si quieren seguir en esta dinámica de mentiras y falsedades, allá ellos", lanzaba Antonio, quien sostiene que la organización comandada por Emilio Postigo es "la mascota del Gobierno". "Solo les falta tener una consejería", ironizaba.

Sobre esa coalición UGT-CSIF a la que Comisiones se refirió en su momento como "una Unión Temporal de Sindicatos", Ramírez aseguraba que se trató de una medida casi a la desesperada en aras de su propia superviviencia. "Lo único que buscábamos era defendernos", argumentaba; porque sí, los de Postigo "no se dedican a defender a los empleados públicos, sino a velar por sus intereses particulares" (lo dice la Unión General). No solo eso: Pérez y compañía mantienen que sus rivales llevan tiempo ejerciendo "las mismas tácticas que los sindicatos de extrema derecha". Así están las cosas en la función pública...