Hay por ahí quien sostiene a pies juntillas que lo militar está de moda, que, tras varios años sumido en una suerte de período valle, el gremio vuelve a gozar de las simpatías y el reconocimiento que, por su enjundia, merece. Lo vivido este 19 de septiembre en el Revellín da buena cuenta de que, efectivamente, lo castrense sigue teniendo algo más que simple tirón. Y eso que solo era un concierto...

Como cada año en vísperas del aniversario fundacional de la Legión, la Banda de la Comandancia General ha vuelto a hacer este martes del Teatro Auditorio escenario de un recital para el recuerdo. Justo un día antes de que el credo de Millán Astray cumpla 103 años de gloriosa historia, los músicos más insignes de nuestro Ejército de Tierra han demostrado ante varios cientos de ceutíes que lo suyo no es solo la música de guerra.

La tramoya del Revellín se abría pasadas las siete en punto de la tarde con la esperanza de que el evento fuese "del agrado" de todos cuantos, finalmente, han acabado concurriendo a la cita; unas doscientas personas, a ojo de buen cubero (y a falta de datos oficiales).

Entre el público asistente, se atisbaba algún que otro rostro conocido: Rafael García, Nabila Benzina, Pilar Orozco, Fernando Rocha y hasta Cayetano Martínez de Irujo. Sí, has leído bien: el vigente titular del Ducado de Arjona se ha dejado ver por nuestra salada tierra para contemplar de cerca una performance que, a buen seguro, le ha servido para deleitar casi el 100% de sus cinco sentidos.

El cortinón se levantaba para desvelar la estampa que, desde hacía rato, albergaba tras de sí: un nutrido grupo de músicos militares yaciendo al amparo de otro grupo igual de nutrido de integrantes de la Asociación Coral Andrés del Río Abaurrea. La gustosa encargada de dirigir batuta en mano a todos ellos ha sido -como siempre- Amadora Mercado Pérez, a quien su rango de teniente y sus dotes musicales están a punto de valerle la consideración de celebridad.

Solicitado (y concedido) el preceptivo permiso para iniciar el recital, el grupo iniciaba su andadura melódica interpretando una pieza de sobra conocida por todos los cinéfilos de pro: la banda sonora de El último mohicano. De fondo, una proyección en blanco y negro sobre las peripecias de la Legión en Dar Riffien daba como resultado, junto al juego de luces, un espectáculo que dejaba ojipláticos a todos los presentes (servidor incluido).

Inmediatamente después, resonaba en el patio de butacas el aria del segundo acto de la zarzuela La tabernera del puerto, No puede ser, compuesta esta por Federico Romero Sarachaga, Guillermo Fernández-Shaw Iturralde y Pablo Sorozabal Mariezcurrena. El cabo y tenor Manuel María Colón Benítez ponía voz a una pieza que, ya de por sí, encandila en instrumental.

Antes de dar paso a la que, sin lugar a duda, ha sido joya de la corona, músicos y coristas se atrevían con La verbena de la paloma, un sainete lírico musicalizado por el compositor y violinista salmantino Tomás Bretón cuya historia transcurre en Madrid durante las Fiestas Patronales en honor a la Virgen de la Paloma.

Finiquitado el apartado musical, el área de Cultura proyectaba El credo, la ultimísima pieza audiovisual del genio Gabriel León en homenaje a su Arma fetiche. Si el corto del pasado 2022 -La Legión: el origen- gozó de buena aceptación, el de este curso no ha sido menos. Lo sonoro del aplauso posterior a su conclusión denotaba que el filme era del total agrado de los espectadores.

Llegaba el turno de los legionarios. La gran pantalla cedía el testigo a una guarnición que, estoicamente formada sobre las tablas teatro, acaparaba sin fisuras todo el protagonismo. Un Novio de la muerte y varias corsarias después, el acto veía fin al acompasado ritmo de la Marcha Granadera: todos en pie y hasta mañana; tocaba reponer fuerzas para afrontar, una vez más, el día grande del credo legionario.