Tras un año a su vez precedido por varios en absoluto barbecho por culpa de un tal 'coronavirus', Ceuta ha vuelto a viajar hacia atrás en el tiempo para instalarse en lo más profundo del corazón de la Edad Media (lejos, eso sí, de los tentáculos de los tribunales del Santo Oficio y las epidemias de peste bubónica).

Las Murallas Reales han sido escenario un curso más de ese Mercado Medieval que ya es parte indisoluble del imaginario colectivo caballa. Por delante, lo de siempre: tres frenéticas jornadas en las que, a buen seguro, el ceutí medio -el que quiera dejarse ver por el lugar- no encontrará ni un solo motivo para aburrirse.

El evento ambulante más popular de nuestra salada tierra (con permiso de las Fiestas Patronales) ha quedado inaugurado poco antes de las siete en punto de la tarde de este 15 de septiembre al ritmo de un pasacalles que bien ha hecho las delicias de los más pequeños de la casa. Trovadores, juglares, bufones, músicos y alguna que otra criatura mitológica han desfilado Revellín abajo ante la atenta mirada de cientos de paseantes que, móvil en mano, no han dudado en inmortalizar el momento.

El desfile, claro está, no ha sido más que un pequeño aperitivo previo a todo lo que estaba por venir. Las Murallas no han sido el final, sino el inicio de todo, la génesis de una tarde-noche de jolgorio como pocas se dan a lo largo del año. Lo primero que invade a uno al momento de poner el pie en el antiguo Ángulo es el olor a comida (y vaya olor...). Independientemente del acceso que se elija para entrar al conjunto monumental, resulta extremadamente difícil no acabar salivando. El aroma a queso curado se fusiona inevitablemente con el de las chacinas para dar como resultado un explosivo cóctel no apto para aquellos que estén a dieta (y que deberían plantearse seriamente hacer un pequeño parón).

Pese a que no se esperaba, la organización ha estado a punto de colgar el cartel de 'completo'. Poco antes de las nueve de la noche, las Murallas presentaban un lleno casi absoluto. A ojo de buen cubero, el que escribe estas líneas diría que han sido varios cientos de convecinos los que han tomado parte en la cita en el que ha sido su estreno, circunstancia que viene a mostrar a las claras que el Mercado Medieval sigue teniendo algo más que simple tirón; tiene encanto, atractivo; tiene, en definitiva, una magia desmedida.

El baile y la cetrería han atravesado de lleno la jornada inaugural: la una, al son de hipnóticas danzas circulares en las que la participación ciudadana ha sido la tónica; la otra, al amparo de imponentes exhibiciones con aves rapaces de lo más dóciles y serviles.

Las actividades daban paso a un obligado parón que grandes y pequeños han aprovechado para comer casi hasta reventar. En el asador, en el puesto de los chorizos de León o en el de las morcillas de Extremadura: daba igual; lo importante era llenarse la tripa (a cualquier precio, de hecho). Así, entre gaitas medievales, coreografías grupales, artesanía variada y comilonas, Ceuta ha puesto el broche -hasta mañana mismo- a su toma de contacto con el medievo.