Genio y figura, hasta la sepultura. Pocas cosas definen mejor a Felix Slim, el abanderado del blues denominación caballa que anoche regresó a la ciudad que lo vio crecer para seducirla con sus letras tras más de cuatro años desde su última visita (en condición de músico, al menos).

El cantautor ofreció una actuación de lo más vistosa y genuina a los presentes en la sala Velvet. Alrededor de medio centenar de personas presenciaron lo que fue una performance única que arrancó sobre las diez en punto de la noche en medio de un clima de profunda expectación y jolgorio.

"El blues es una enfermedad que no tiene cura", exhortó a los asistentes antes de arrancar, guitarra electroacústica en mano, con la primera de las canciones de su último álbum, en el que predominan arpegios y ritmos de armónica verdaderamente cautivadores.

Entre canción y canción, un breve monólogo explicativo sobre el siguiente tema a interpretar. Slim, que se ganó al público desde bien temprano con su entrega y su pasión desmedida (y con una impecable puesta en escena), terminó de meterse a sus espectadores en el bolsillo cuando sacó a relucir su particular sentido del humor, del que hizo buen uso durante todo el recital.

El compositor ofreció lo mejor de sí durante las casi dos horas que duró la sesión. Al término de esta, el ceutí se deshizo en elogios con los asistentes y agradeció a estos su presencia y su calor. Así fue como el ganador de varios premios internacionales de música puso el broche final a una actuación que, sin duda, permanecerá por largo tiempo en el recuerdo de quienes tuvieron ayer la oportunidad de presenciarla.