
Ceuta, 15 de septiembre de 2023: la vuelta al cole, un calor sofocante, las Murallas Reales sumidas de lleno en el Medievo... Y el Medinaceli, en la calle. Reconócelo: si no te hubieras enterado por la prensa hace ya varios días, ahora mismo, estarías soltando un "¡¿cómo?!" cual Chiquito de la Calzada. Por suerte, la cosa tiene explicación.
Al igual que sucediera el curso pasado con la Virgen de África, Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado se ha dejado ver este último sábado del período estival para celebrar el que ha sido el septuagésimo quinto aniversario de la refundación de la Hermandad a la que da nombre.

Si ayer ya estuvo arropado durante el traslado que lo llevó desde su templo -en El Príncipe- hasta la Casa de Hermandad, hoy, el Señor de Ceuta se ha dado un auténtico baño de masas. Los fieles se contaban por cientos: ni siquiera el Mercado Medieval ha conseguido robarle adeptos.
Minutos antes de hacer acto de presencia ante sus incondicionales, se percibía entre estos cierta apetencia por volver a contemplar al que, por sus galones, bien podría ser el segundo patrón de la ciudad autónoma. Las puertas de la Casa aún no se habían abierto y ya había quien estaba -móvil en mano- preparado para inmortalizar lo que ha sido una salida verdaderamente fastuosa.

Sacado el Cristo, la comitiva se adelantaba: músicos, mujeres de mantilla, cofrades y autoridades se posaban frente a la efigie para dar inicio, así, al recorrido procesional. El mismo ha transido por los Jardines de la Argentina para, posteriormente, atravesar el Puente Cristo y meterse en la Gran Vía cruzando por el callejón que hay justo detrás del santuario patronal.
El desfile llegaba al Revellín ya con la noche y las farolas como telón de fondo. Luego de varios parones totalmente necesarios por lo elevado de la pendiente, el cortejo se desviaba por la calle Ingenieros para tomar Santander, Velarde, Amargura, Cervantes, Muñoz Castellanos, Colón, Jáudenes y, de nuevo, la plaza de África. De ahí, vuelta para los bajos de la cuesta de Otero a través del mismo recorrido que en la ida, pero a la inversa.
Después de cinco horas que, a muchos, hasta les han sabido a poco, el Medinaceli volvía a resguardarse de todas las miradas al abrigo de una Casa de Hermandad que, al igual que el grueso de los asistentes, lo ha acogido con los brazos abiertos. Finalizaba, de esta manera, una procesión con algo más que simple enjundia.
