Si lo de Franco con los masones ya era pura animadversión, lo de las masonas estaba a otro nivel. No es ningún secreto que la orden del Gran Arquitecto del Universo no era, precisamente, santo de la devoción del generalísimo. Los más de 25.000 españoles encausados durante su oscuro mandato por delitos relacionados con la afiliación o la mera simpatía hacia la masonería dan buena cuenta de que, efectivamente, al caudillo, no le gustaba ni un pelo que hubiese intelectuales y librepensadores pululando por su España única, grande y libre.

María José Turrión es buena conocedora de la feroz represión que padecieron tras la guerra civil todos nuestros compatriotas sospechosos de comulgar con las doctrinas masónicas. La experta disertó ayer largo y tendido sobre esa misma represión centrando el tiro en el sector femenino de la población de la época; lo hizo, claro está, en el marco del decimosexto 'Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española'.

La ponencia de Turrión se centró en el estudio de los expedientes de las masonas sumariadas bajo el paraguas del denominado 'Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo'. Tal y como su propio nombre indica, la institución estaba dividida en dos secciones: la masónica y la comunista. En su trabajo, Turrión pone el foco sobre la primera de ellas (y sobre todas las féminas españolas que sufrieron de sus crueles efectos).

El órgano en cuestión nace en el año 1940, prolongándose su existencia en el tiempo hasta 1963. No es que la masonería dejase de estar perseguida a partir de entonces, es, sencillamente, que todos los delitos relacionados con la práctica pasaron a ser juzgados a partir de ese mismo curso por parte del Tribunal de Orden Público. Cabe destacar que, durante sus más de dos décadas de vigencia, el organismo encargado de enjuiciar a los masones y masonas no aplicó ninguna pena de muerte; todas las sentencias condenatorias implicaron, en exclusiva, "castigos de reclusión". Fueron más de 25.000, sí, pero 'solo' hubo 300 mujeres encartadas en el marco de ese macroproceso purgatorio.

Como con todo durante el franquismo, la fiabilidad del referido Tribunal brillaba por su ausencia. Para muestra, un botón: solo tres de los tres centenares de casos de mujeres procesadas derivaron en penas de prisión. Para más inri, solo en uno de esos tres casos existía masonería. La condena aplicada en todos ellos fue la de "delito complejo de masonería y comunismo" (Franco y sus invenciones...).

Pese a que, sobre el papel, la represión fue similar en términos de sexo, Turrión aseguraba que, "en los expedientes, hay matices de género". Y no precisamente de parte de la Justicia: "Se ve en las declaraciones de las propias masonas". En un intento por "minimizar los golpes de la represión", estas -decía la ponente- "se autoinfligen una 'discapacidad' por el mero hecho de ser mujeres". Un ejemplo de ello lo tenemos en Consuelo Álvarez Pool, "una figura muy reconocida" que llegó a expresarse en los siguientes términos: "Yo, de esas cosas, no entiendo; soy mujer".

Aun siendo muy pocas las mujeres de la época que declararon abiertamente su afinidad hacia la masonería, "la mayoría de ellas tenía un enorme potencial feminista". "La mayoría", pero no todas. Dentro de ese reducido grupo de masonas, hubo siempre "dos vertientes": la primera, "menos intelectual y más dedicada a obras de beneficencia"; la segunda, se valió de la misma masonería para "desarrollar sus propios convencimientos". Tal fue el caso, sin ir más lejos, de Álvarez Pool.

El trabajo de Turrion es tan extenso que no solo le ha dado para una conferencia: su tesis doctoral y su ultimísimo libro van sobre el misma tema. Su título: 'El franquismo contra la masonería femenina', a la venta en librerías y portales web especializados en literatura por entre 30 y 35 euros.