Se han hecho (mucho) de rogar, pero ya están aquí: Sus Majestades ya han llegado a la ciudad. Después de un largo viaje a lomos de sus respectivos camellos, Melchor, Gaspar y Baltasar se han dejado ver este gélido 5 de enero por nuestra salada tierra para tomar buena nota de los deseos de última hora antes de colmar de regalos los hogares caballas.
Había ganas, pero la espera ha merecido la pena. Tras largas semanas a la expectativa, los más pequeños de la casa estaban fritos por ver en persona a los Reyes Magos. Ha habido gritos; ha habido aplausos; ha habido vítores; ha habido, sobre todo, mucha, muchísima ilusión.
Ni en coche ni en semirrígida; tampoco en helicóptero: los de Oriente han cruzado el Estrecho haciendo uso del teletransporte. Gracias a este, los Reyes y sus reales pajes se han plantado en un abrir y cerrar de ojos en lo más alto del Baluarte de la Bandera. Desde allí, bajo la atenta mirada de un buen puñado de niños y niñas, la comitiva ha efectuado un primer saludo.
El año pasado, los componentes de la tríada tenían un ligero aire a Carlos Rontomé, Juan Gutiérrez y Carlos García Selva. Este 2024, los rostros de los Reyes eran algo menos conocidos. Puede que, tras el cambio, se esconda una visita a la consulta del cirujano plástico (365 días dan para mucho); puede, simplemente, que Sus Majestades hayan mutado. Al fin y al cabo, son Magos; están habilitados para hacer casi cualquier cosa que les venga en gana (también cambiar su aspecto físico).
Luego de anunciar su llegada hasta a los conductores que pasaban por la zona, Sus Majestades han cruzado triunfantes la Puerta Califal para encontrarse con el pueblo. A pie de calle, la muchedumbre aguardaba; los nervios -los de grandes y pequeños- estaban a flor de piel.
Aunque breve, el posterior paseo hasta el santuario de la Virgen de África ha incluido reparto de caramelos; ningún crío quería marcharse sin las golosinas que, casi por derecho divino, le pertenecían. Despachada la primera reserva de dulces, el cortejo llegaba a la parroquia patronal. Allí, era recibido por un abultado (y privilegiado) grupo de infantes de la propia Hermandad de Santa María de África.
Alrededor de treinta minutos de reloj ha durado el encuentro que ha servido a Francisco Jesús Fernández Alcedo para dar la bienvenida a los de Oriente y a estos, para presentar sus respetos ante la efigie de la patrona de todos los ceutíes. De fondo, los villancicos y las panderetas no dejaban de sonar. Ni un solo instante.
Tras las bendiciones de rigor, el grupo partía raudo y veloz hacia la puerta principal del Palacio Autonómico, donde las autoridades esperaban impacientes. Dada la ausencia de Juan Vivas (temporalmente de baja debido a un proceso gripal), el encargado de recibir a Melchor y al resto ha sido Alejandro Ramírez, convertido hoy -forzosamente- en 'presidente accidental de la Ciudad'.
El grueso de la recepción ha tenido lugar en el Salón del Trono. Agolpados, los pequeños formaban un círculo en torno a Sus Majestades en cuanto estos ocupaban los asientos que la Administración ha tenido a bien disponer para su comodidad. Arrancaba, así, una obligada ronda de peticiones. Si los Magos las han recogido o no, no se sabe; dependerá del buen comportamiento que sus solicitantes hayan tenido a lo largo del año.