Ni el más optimista de entre los optimistas habría podido imaginar hace ahora seis meses que el 14 de marzo de 2024 fuese a ser tan especial como lo ha acabado siendo. Lo que a principios del pasado noviembre pintaba en nuestros almanaques como un jueves sin chicha ni limonada -uno de tantos- se ha terminado convirtiendo en una fecha que ya es parte indisoluble del imaginario caballa. Lo adelantaba Juan Vivas a primera hora de la mañana: "Hoy es un gran día". No se equivocaba.

Dicen que nadie es profeta en su tierra. Dicen también que la vida son momentos y que estos se han de exprimir al máximo por aquello de que solo se vive una vez. Lo vivido esta jornada en nuestra ciudad es de aplicación para ambas cosas; su importancia, causa directa de algo de lo que no demasiados municipios españoles pueden presumir: el nombre de Joan Manuel Serrat acaba de quedar ligado de por vida a esta bendita tierra.

No ha sido por un concierto; tampoco por un viaje personal; mucho menos por obligación: lo que ha hecho que Ceuta y Serrat hayan sellado una unión casi perenne tiene forma de galardón. Si eres un asiduo consumidor de prensa local, sabrás que El noi del Poble-Sec ha recibido el Premio Convivencia. El pretexto: "Su contribución a la justicia social". Más claro, agua.

No solo sobran las presentaciones: también sobra decir que no hablamos de una persona cualquiera; hablamos de uno de los grandes iconos de la cultura nacional, un tipo que, según cierto presidente, es "el compositor y cantante de mayor resonancia en España de los últimos cien años". Tampoco hablamos de un reconocimiento corriente y moliente; hablamos de un premio que, este curso, ha cumplido un cuarto de siglo de gloriosa vida. Atrás quedan ya merecedores de la talla de Mario Vargas Llosa, Jesús Aguirre, Muhammad Yunus y Helen Lieberman. Atrás, sí, pero no en el olvido; jamás en la indiferencia.

La ocasión lo merecía: el Teatro Auditorio del Revellín se ha vestido con sus mejores galas; sus espectadores, tres cuartos de lo mismo. Poco después del repicar de campanas de las ocho en punto de la tarde, el patio de butacas presentaba un lleno cercano al sobreaforo; nadie quería perderse lo que estaba por venir (ni aunque hubiese que pagar para ello).

Mucho antes de dar inicio a su dilatado discurso, ya se presumía que Vivas hilvanaría a través de la palabra una interminable ristra de halagos. Así se esperaba que fuese y así ha acabado siendo. Decía el jefe del Ejecutivo local que Serrat es "casi" de su familia. Lo es, de hecho, de "cientos de miles de millones de personas", ciudadanos de todos los rincones del globo que ven en el artista la viva imagen del compositor de la banda sonora de sus vidas.

Le ocurre a Vivas, pero también al resto de quienes integran su masa de fans: la obra de Serrat evoca a uno "recuerdos de personas, lugares, momentos y vivencias". Sus letras, según el alcalde, trascienden "los cambios generacionales, los adelantos de la ciencia, las modas y hasta las ideologías". Y es que, el mandatario sostiene que las canciones del barcelonés "nos han hecho reflexionar sobre nosotros mismos". No solo eso: "Nos han incitado a ser mejores".

A pesar de tener tantas tablas, el más longevo alcalde de Ceuta se ha confesado casi acobardado: "Impone hacer uso de la palabra delante de un genio de la palabra". Porque sí, Vivas cree que "el jurado ha acertado de manera rotunda". Lo cree por una sencilla razón: "El vínculo de Serrat con la defensa de la convivencia es de naturaleza esencial, inequívoco".

Para el presidente de la Ciudad, Joan Manuel es "un referente de dignidad y profunda honestidad". De él, el gobernante ha destacado -entre otras muchas cualidades- que "siempre actúa conforme a sus principios, cueste ello lo que cueste". Para mayor gloria de quienes han tenido la dicha de crecer escuchando sus canciones, Serrat forma parte eterna de nuestro patrimonio cultural; Serrat es, en definitiva, "de todos y todas".

Él mismo lo sabe: sabe perfectamente que hay un pedacito de sí dentro de cada uno de nosotros. Por esa y por otras tantas razones, el cantautor se considera "una persona afortunada". "Soy un hombre que disfruta del privilegio de tener un oficio que le hace muy feliz", pronunciaba él mismo. Lo hacía en presente, puesto que, aun habiendo dejado atrás el mundillo hace ya "un año, trece meses y catorce días", uno nunca termina de bajarse del todo de los escenarios. Hoy, precisamente, le ha tocado volver a subirse a ellos.

Reconocía el artista que el discurso de Vivas le suponía "un golpe directo al corazón". "Ha sido de todo menos un discurso", subrayaba el cantante, que ironizaba: "Por eso es siempre tan complicado hablar el último". A la postre, las palabras del líder del Ejecutivo -sumadas al calor de su público y al insalvable detalle del premio- le han valido Serrat para sentirse "un caballa más". "Ceuta no necesita ninguna excusa para viajar a ella", reflexionaba.

El barcelonés tiene claro que "la ignorancia es enemiga de la convivencia". Igual de claro tiene que, "cuanto más conocimiento tiene el ser humano, más cerca está del respeto". Inexcusablemente, el camino hacia la tolerancia pasa por "la democracia". A ella, Serrat atribuye el ser "el medio natural para defender nuestros derechos".

Hijo de padre catalán y madre aragonesa, para Joan Manuel, la convivencia siempre ha sido "algo natural". Su bilingüismo -forjado "voluntariamente"- da buena cuenta de que, efectivamente, el poeta lleva en la sangre eso de convivir. Para todos aquellos que piensan como él, el mensaje es bien simple: "El saber nos hace mejores". "Gracias a todos: me siento muy honrado por poder unir mi nombre al del resto de premiados", sentenciaba entre aplausos.