No ha podido. Decimos que "no ha podido" no porque no haya podido ser, sino porque el viento no ha logrado tirar por tierra (y ni siquiera ha estado cerca) esa archiconocida 'Vuelta andando a Ceuta' que este 2024 ha celebrado -totalmente ajena al frío y a la humedad- la que ha sido su decimoséptima edición.

La prueba, concebida a modo de "travesía no competitiva", ha reunido a primerísima hora de la mañana en los bajos de La Marina a algo menos de 200 valientes senderistas ansiosos por tomar parte en el que, a buen seguro, constituye uno de los eventos más aclamados del siempre dilatado calendario del Club Anyera.

Minutos antes de producirse el pistoletazo de salida, el ambiente era de total distensión, cuasi festivo (por haber, había hasta música de Maná). Los participantes iban llegando por goteo; tras ello, comparecían ante el voluntario encargado de confirmar que a nadie se le habían pegado las sábanas.

Cerrado el listado de dorsales, se formaban en el parque urbano los primeros corrillos entre constantes "¿Qué tal?" y subsiguientes "Todo bien"; tocaba hacer tiempo hasta que la cúpula de Anyera diese luz verde para empezar a marchar. Ganas, desde luego, no faltaban (ni tan solo un poquito).

Llegado el momento, los corredores acudían a sus puestos. Por delante, tres itinerarios: 12, 20 y 36 kilómetros. Claro está, la ubicación de la línea de meta variaba en función del recorrido seleccionado: para los del tramo corto, el final era el Muelle España; para los del intermedio, Benzú; para los más intrépidos, el desenlace volvía a ser La Marina.

Con o sin bastones; eso daba igual: lo importante era disfrutar. Lo anunciaba Miguel Martínez antes de cortar la cinta: "Aquí no venimos a correr; venimos a pasarlo bien". La única norma -la única importante- era no acelerar en exceso. "Nadie puede rebasar el ritmo que marque la cabeza", incidía el propio Martínez.

La cita ha servido para demostrar al mundo una vez más que la solidaridad del pueblo caballa no conoce límites. Con los senderistas aún en sus marcas, Anyera entregaba a Fotógrafos Solidarios un vistoso cheque de 200 euros directamente extraídos de la recaudación. El objetivo era bien simple: que la entidad pueda dar continuidad a su encomiable labor fotográfica para con la ciudadanía ceutí.