Insumisión en las aulas ceutíes

Insumisión en las aulas ceutíes
Las librerías ya notan una menor venta por este movimiento y por la crisis

- Cada vez más docentes se suman al movimiento para no exigir libros de texto a los alumnos

- Al factor económico, motivado ahora más que nunca por la profunda crisis, suman otro más importante, el metodológico

- Los profesores mejoran los contenidos trabajando más los mismos con recursos propios, acercándolos a la vida real y logrando una mayor motivación del alumnado

- Internet es clave para esta nueva metodología

- Los padres, con miedo al principio, acaban siendo más partícipes de la educación de sus hijos. En el Santa Amelia son pioneros y el curso pasado desarrollaron un programa piloto en tres aulas de un mismo nivel


Un muchacho de primero en Harvard inventa un programa informático (Facebook) e influye de manera decisiva en los comportamientos sociales, la manera de ligar y de relacionarse de todo el planeta. Nos mantiene mejor comunicados, nos ayuda a encontrar amigos de la infancia y contribuye de forma decisiva a derrocar dictadores en el Mediterráneo. Otro muchacho casi imberbe de 18 años inventa otro programa (Napster) y cambia para siempre el consumo cultural y la planificación de la industria discográfica y cinematográfica. Ninguno de los dos había concluido sus estudios en la universidad para cuando habían dejado su huella en la historia de la humanidad. Y lo hicieron con profundos conocimientos sobre programación.

Son ejemplos estratosféricos de que no siempre el conocimiento y la educación obtienen los mejores resultados tirando de la ortodoxia.

En los últimos meses, la crisis que golpea con dureza España de Norte a Sur, de Este a Oeste, de Moncloa al ayuntamiento más pequeño, condiciona la vida de la ciudadanía cada vez más. La reducción en el presupuesto de becas, el incremento del desempleo, las trabas puestas a la obtención de la ayuda de 400 euros o el retraso de los Planes de Empleo, influyen en septiembre para que muchas familias vean en el inicio del curso algo así como el salto imposible. La media del coste de los libros de texto por alumno ronda los 300 euros, toda una fortuna para familias con dos hijos en edad escolar y todos sus miembros en paro. No es que no haya ni para bolígrafos, es que no hay para aceitunas, pan o tomate. Como constata Cáritas en España y Cruz Roja en Ceuta con sus constantes llamamientos para que la sociedad done comida ante la creciente demanda que ha acabado con las reservas de los bancos de alimentos en un pispás.

En ese contexto, los docentes de la denominada ‘Marea Verde’, uno de los colectivos más reivindicativos desde que los españoles redescubrieron que podían protestar en la calle sin necesidad de ser convocados, han arrancado en este inicio de curso una curiosa iniciativa que consiste básicamente en no pedir a los alumnos los libros de texto.

Detrás de ese gesto tan sencillo hay complejas aristas de alcance por dimensionar aún. La primera consecuencia, parece obvia, las familias se ahorran dinero y ven con sorpresa aliviada su situación económica, un cable que han tirado los docentes a muchos que estaban ahogados y que no esperaban ya ni salvar el sombrero y que han encontrado ayuda no de las instituciones sino del maestro de turno.

La segunda consecuencia tiene que ver con el método para enseñar en un mundo cambiante. Un cambio de modelo pedagógico que muchos alumnos llevan reclamando desde hace décadas preguntándose diariamente en el recreo para qué narices les iba a servir todas esas cosas que les explicaban los profesores en clase.

Y esta, es quizás, la consecuencia principal, la que tiene que ver con Factbook, con Napster y con otro modo de alcanzar conocimientos y ponerlos en práctica para progresar individual y colectivamente en la sociedad.

Ese movimiento de insumisión, que es de ámbito nacional y que tiene iniciativas tan interesantes como el blog http://textosmareaverde.blogspot.com.es/ tiene repercusión en Ceuta. En las aulas de la ciudad varios docentes se han sumado a la iniciativa. En ese blog tanto los que se han atrevido a prescindir del manual de texto como los que se lo están pensando pueden encontrar ayuda. Un colectivo de profesores de Madrid ha creado una especie de editorial virtual, para entre todos desarrollar textos que sirvan de guía y al que cualquiera con un móvil inteligente, una tableta o un computador del tipo que sea conectado a Internet puede acceder al contenido, que está colgado en ese blog.

Factor económico

En lo económico es toda una declaración de intenciones. Una guerra abierta a un negocio que ha indignado desde hace décadas a los padres de todo el país cada mes de septiembre.

Verónica Rivera, profesora de Lengua y Literatura en Secundaria y en FP, se ha pasado los últimos años promoviendo desde el Centro de Profesores y Recursos otras metodologías a la hora de enseñar y tras su fulminante salida del CPR lo pone en práctica este año en las aulas. Es una de las que no ha pedido libros, pero no la única.

Rivera cuenta que el libro de una editorial que habría pedido cuesta en Ceuta 43 euros, mientras habla con Ceutaldia.com lo encuentra en la tienda virtual de Amazon por 37 euros.

Un libro de 43 euros, en edición de lujo en tiempos de crisis. Las normas obligan a las editoriales a no cambiar los libros durante un periodo que oscila entre los 2 y los 4 años. Cuando lo hacen, el sentimiento que dejan en padres y docentes es que los cambios son escasos la mayoría de las veces y sólo buscan vender más, tirando por la borda de la revisión la posibilidad de que los manuales los aprovechen los hermanos pequeños o engorden las bibliotecas solidarias que casi todos los centros tienen.

“Es un abuso”, confirma Minu Sunderdas de la librería Krispi. “Se pasan. Una misma editorial tiene para el mismo nivel y la misma asignatura hasta tres ediciones distintas”, señala.

El presidente de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos, Mustafa Mohamed, redunda en el tópico con una frase lapidaria: “El Ebro sigue en el mismo sitio y el Cantábrico también por más que cambien los libros”.

Tanto desde la librería como desde la FAMPA ven con buenos ojos la iniciativa de los docentes. “Como empresa nos viene mal, la verdad y ya estamos notando que vendemos menos libros, sobre todo en Secundaria, tiene que ver con la crisis y con que cada vez los profesores los exigen menos y las familias los reciclan más, pero como ciudadana estoy muy de acuerdo. Las editoriales han venido abusando y ya era hora de plantarles cara”, explica Sunderdas.

Negocios editoriales

Dos datos ilustran el enorme negocio que hay detrás del tinglado de los libros de texto que tienen las editoriales. El negocio de los libreros funciona mediante depósito. Las editoriales envían los libros a las tiendas y estas sólo pagan por los que venden. Sean o no a precio fijado por la editorial suelen tener un margen escaso de beneficio que oscila entre el 10 y el 20 por ciento y pueden devolver el resto. Esto sucede con todos los libros: novelas, poesía, cocina, ensayo, bricolaje, autoayuda… Con todos, menos con los de texto. Ahí las editoriales ponen coto a sabiendas de que los clientes están hipotecados y si el profesor pide el libro no hay más remedio que comprarlo. Con los libros de texto la posibilidad de devolución se limita al 12 por ciento.

Ese tope significa que si un librero pide 100 libros de Lengua y Literatura de un determinado nivel puede devolver 12 sin coste. Si vende 88, ningún problema, pero si vende 87, hay un libro que pagará a la editorial y que no habrá vendido.

Regalos editoriales

El mundo editorial funciona con los libros de texto como las multinacionales farmacéuticas. No escatima en prebendas a los centros y a los docentes para convencerles de que el libro que tienen que pedir es el suyo. Si el docente lo pide, los padres están hipotecados, no tienen más remedio que comprar.

Así, tal y como denuncia la propia Rivera, hay editoriales que han regalado ordenadores, PDI o pizarras electrónicas a los centros que han apostado por sus libros, incluso en Ceuta, una editorial ha abierto una oficina en la misma calle Real, a la que los docentes que usan los manuales de esta editorial en sus clases pueden acudir a retirar los libros que necesiten para sus hijos. Una práctica al parecer extendida desde hace muchos años.

Factor metodológico

Pero la crisis está siendo sólo una excusa, en muchos casos, a la que los docentes se están acogiendo para dar un giro a los contenidos y a la forma de motivar a los alumnos para que obtengan mejores resultados académicos.

Si, como denuncia, Mustafa Mohamed, el Ebro o el Cantábrico permanecen en la misma latitud y meridiano desde hace siglos por más que los libros de texto que los enseñan cambien, otros contenidos, que quizás sí convendría haber revisado, permanecen inalterables como si la globalización y los avances tecnológicos no fueran con las editoriales.

“Tú, ¿hace cuánto que no escribes una carta?”, pregunta Verónica Rivera. “Yo hace años, lo que envío ahora, a diario, son correos electrónicos”, se contesta. La pregunta tiene malicia. En su manual de texto en la unidad didáctica en la que tratan los diferentes tipos de texto, se propone enseñar a escribir una carta. “Está obsoleto. Yo prefiero ver textos de la vida real”, resume Rivera.

Otro de esos ejemplos es el estilo periodístico, los manuales proponen la explicación de ese tipo de escritura con noticias de hace tres o cuatro años que poco tienen que ver con la actualidad, Rivera, la semana pasada resolvió el asunto en el aula conectando un portátil a la pizarra electrónica y leyendo textos de ediciones digitales de prensa, ediciones locales en su mayoría, con lo que consiguió centrar la atención de los alumnos al estar proponiéndoles lecturas de asuntos que pasan ahora mismo al lado de su centro y no cosas que sucedieron hace años lejos de Ceuta.

A falta de libro se tira de Internet, de la elaboración de materiales propios y de otras cosas que lejos de mermar la calidad de la educación logran en general incrementar la motivación del alumno que ve con agrado como los contenidos se adaptan mucho más que antes a la realidad en la que viven y vivirán.

Rivera tampoco exige diccionario. “Ante la duda vamos a la página de la RAE y buscamos la palabra. El sistema es más difícil. Lo fácil es tener un libro. Es más cómodo. Pero si queremos realmente preparar a nuestros alumnos para enfrentarse a la vida diaria, el libro no la refleja”.

Otro ejemplo, Rivera cada vez que se va de viaje acaba recopilando material que le sirve después para el aula. Algo tan sencillo como un billete de metro puede ser útil. Ella los guarda para enseñárselos a sus alumnos. “Aquí muy pocos niños han visto un billete de metro. Quiero que mis niños aprendan a hacer una reclamación. Nadie me ha preguntado nunca por la calle para qué sirve el complemento directo o que se lo señale en una frase”, apunta. Rivera.

Una clase de lengua y literatura sin manual, pero no sin libros. Para acabar de cerrar el círculo, Rivera, deja libertad a los alumnos para elegir lo que quieren leer, les obliga a leer, pero no les obliga a leer un título determinado. Ni tampoco a comprar, para elegir obra está la biblioteca. “Cuando fomentas esa curiosidad por leer terminan leyendo muchísimo más que si los obligas”, una teoría que defienden alumnos y profesores desde hace años, pero que la ortodoxia ha impedido que se ponga en práctica con más asiduidad.

Un viejo profesor de lengua y literatura reconoció en una ocasión a sus alumnos que a él no le gustó El Quijote cuando se lo obligaron a leer, pero que después con los años lo tomó por voluntad propio y terminó leyéndolo tres veces seguidas.

Motivación

Como todos los cambios en materia formativa hay que dejar pasar tiempo para evaluar los resultados, tal y como apunta Rafael Falcón del Santa Amelia. En ese centro el pasado curso ya se atrevieron a prescindir del libro la mayoría de las asignaturas de tres aulas en un mismo nivel. La experiencia fue positiva con resultados inmediatos en la motivación del alumnado y de muchos padres.

Rivera no entraba por la puerta del aula la pasada semana después de que una alumna de Programa de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) le dijo que “no pensaba venir y después de conocerme me ha dicho que sí, que soy la primera profesora del siglo XXI que tiene”. Su metodología nueva y desafiante ha logrado, al menos de momento, reducir el absentismo de una alumna. Un pequeño paso para una docente, pero un gran paso para el sistema educativo.

En similares términos se explica Rafael Falcón. La experiencia vivida durante el curso pasado en el Santa Amelia y que repetirán este año lectivo ha incentivado a docentes, alumnos y padres. Pero no todo es innovar y triunfar.

Falcón recuerda de ese primer año el mucho trabajo que les obligó a los docentes a hacer la apuesta por una metodología nueva, “más flexible”, pero que requería trabajar más los contenidos y el “miedo” de muchos padres que “expresaban sus dudas” al creer que sus hijos no iban a aprender lo mismo que si tenían libros. “Hay padres que se echaban las manos a la cabeza”, recuerda Falcón.

Para afrontar ese miedo, los docentes jugaron con dos elementos claves: metieron a los padres en las aulas una vez a la semana o cada quince días, según los casos, para que trabajaran con sus hijos e involucrarles más directamente en la educación de sus vástagos. Y, por supuesto, se sirvieron de las nuevas tecnologías, crearon un blog que actualizaban a diario con lo que iban trabajando en clase. “Internet es una herramienta valiosísima”, apunta Falcón.

Una herramienta valiosísima que apenas sí despega en su uso por docentes, alumnos y padres al servicio de la educación de los hijos en pleno siglo XXI, en plena era de las comunicaciones.

En ese blog, www.miclase4santaamelia.blogspot.com, lo que hacían los profesores era plantear actividades a los alumnos y a los padres para que directamente pudieran realizar las actividades a través de ese contenido. No es un libro, es mucho mejor. A cualquier hora y sin necesidad de estar en el aula, el alumno puede trabajar y mejorar sus conocimientos delante de la pantalla del ordenador. “Los padres van viendo que van trabajando a la par que cualquier alumno que trabaje con libros. Lo importante es estar organizado y llevar la programación diaria y actualizada. Te vienen con la excusa y te dicen ‘yo no puedo ayudarle en casa porque no tiene libros’, pero es eso una excusa, tampoco le ayudaban cuando tenían libros”, apunta Falcón.

Lo del blog está al orden del día con estas nuevas metodologías, Rivera, también los crea en cada clase. “En los PCPI están desperdigados y gracias al blog puedes llegar a crear un grupo. Ahora los alumnos lo sienten como algo suyo. Me tienen que hacer comentarios, los hacen en el blog y ahí les evalúo la ortografía”, explica.

Y sí, el Santa Amelia acoge a alumnos de una de las zonas más deprimidas de la ciudad, en la que en muchos hogares aún no saben qué es eso de Internet. Pero lejos de ser un problema ha aportado otra ventaja: los alumnos sin Internet se iban a casa de los que sí tenían Internet, mejorando más aún otra variable educativa importante, una capacidad que conviene adquirir para ser eficaz en cualquier trabajo: la cooperación en equipo y la relación social.

Y no solo eso, un blog, como cualquier página web tiene la ventaja de medir el tráfico, las veces que se entra al mismo para consultar algo. Los docentes del Santa Amelia descubrieron con agrado que los fines de semana crecía el tráfico de manera sorprendente con visitas que se realizaban desde Marruecos.

Falcón, insiste: “Los resultados no se ven de un día para otro. En el aspecto de motivación de participación y de integración el profesor deja de ser enemigo, es el compañero, te valoran más el trabajo”. Lo valoran más los alumnos que ya no se desaniman ante un contenido obsoleto al que ven poco provecho fuera del aula y lo valoran más los padres que tienen más herramientas para acercarse a lo que están aprendiendo sus hijos.

Con el uso de nuevas tecnologías, Falcón destaca, que también consiguieron incrementar la participación de alumnos con problemas y de los que antes participaban menos en el aula al ser más retraídos.

Y si algunos padres tienen miedo a este sistema sin libros, otros, como el presidente de la FAMPA, Mustafa Mohamed, lo tiene claro. “Eso es un error”, dice de los que padres que tengan miedo. “Un profesional con metodología y su trabajo didáctico hecho va a sacar resultados. Muchas veces los libros, para mí, en mi opinión, son un instrumento que en muchas asignaturas lo eliminaría, no soy un profesional en la materia, pero es lo que a veces percibo”.

Marco legal

La duda que puede surgir es cómo articular estas nuevas metodologías y plantarle cara al sistema sin que el sistema ataje y corte de raíz estas experiencias, de momento esporádicas, pero en claro crecimiento, empujadas por la creciente necesidad de las familias, cada día con menos recursos por culpa de la crisis.

Falcón se muestra satisfecho por el apoyo obtenido desde la Dirección Provincial de Educación. El pasado año plantearon la iniciativa, la intención de prescindir de libros y de introducir a los padres en las aulas y recibieron el apoyo de la Inspección.

El presidente de la Junta de Personal Docente, Juan Luis Aróstegui, ni tan siquiera tiene claro con seguridad si la capacidad para decidir el manual es de cada departamento o de la dirección del centro. En cualquier caso apunta, “nunca ha habido ningún problema”. En la práctica cada docente es libre para pedir un libro u otro o para no pedirlo. Resultaría llamativo que si no ha habido interferencias hasta ahora, las hubiera ahora.

A Aróstegui la iniciativa le genera cierto recelo. “Está muy bien que no pidan libro, yo lo llevo haciendo años, pero la duda es si es por una cuestión metodológica o si se trata sólo de plantarle cara a la crisis”, señala, para dejar claro que lo primero de todo debe ser garantizar un nivel de conocimientos a los alumnos, ya sea con o sin libro, y que la crisis y la carestía debe quedar al margen. “La pregunta es ¿por qué antes sí pedían libro y ahora no?”, dice, y espera que la respuesta tenga más que ver con la enseñanza que con la crisis. A pesar de ciertas dudas, Aróstegui, muestra su apoyo a la iniciativa.

Así las cosas, este año, muchos padres verán aliviada su economía familiar, gastarán menos en libros de texto y los alumnos entraran al aula más motivados, sintiendo que por fin se cumple el anhelo de generaciones y generaciones de estudiantes: que las clases tuvieran algo que ver con la vida real.

Internet poco a poco va sustituyendo a los tradicionales libros de texto en las aulas. Algo que parece un sinsentido que no hubiera pasado antes de forma más masiva. “Más PDI y menos libro”, reclama Rivera. Una reivindicación propia del siglo XXI, de la era digital. De los tiempos en los que un muchacho con 19 años puede tener conocimientos que nadie espera y cambiar el mundo desde un ordenador, ya sea para derrocar dictadores políticos o la dictadura de la industria cultural. Ahora, los docentes usan Internet para generar su propio efecto ‘Napster’ y dar de lado el lucrativo negocio de las editoriales, al tiempo que como consiguió aquel programa de P2P, mejoran el acceso a los conocimientos y a la cultura de muchos alumnos.

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