Los orígenes fueron, cuanto menos "precarios" y en ellos ya estuvieron presentes algunos de los elementos característicos -para mal- de Ceuta. A la ciudad autónoma llegaron hacia el año 1859 los primeros guardias civiles. Eran pocos, vivían en cuarteles y se iban pronto a otros destinos, en gran medida, "porque la problemática de la vivienda estaba incluso más presente y eso hacía que no pudieran traer a su familia, lo que provocó que se empezara a pedir solteros y viudos, que se quedaban más tiempo".

Esta y otras vicisitudes sobre los primeros pasos de la Guardia Civil en la población nortefricana fueron protagonistas de la ponencia impartida en el Casino Militar por el coronel en la reserva Jesús Pozo.

El relato comienza en 1859, con las primeras unidades llegando a Ceuta "para acompañar al general O'Donnell en el contexto de la Guerra de África". Pasaría un largo periodo hasta que en 1878 se constituyera la primera unidad fija, "que luego fue creciendo en función de la problemática de la ciudad y de lo que vamos a llamar 'Protectorado'".

En este contexto se crea "la Comandancia de Marruecos, cuya plaza fuerte era Ceuta, aunque hubiera presencia en otros lugares como Larache". El nombre de la ciudad lo tomaría definitivamente "tras el desembarco de Alhucemas, en 1926, a la vez que se constituyó también la Comandancia de Melilla, despareciendo la de Marruecos".

Durante aquellos primeros años, en pleno siglo XIX, "el contingente ceutí fue muy pequeño y estaba mandado por un teniente". Según contó Núñez, "hasta que llegó Guardia Civil existíó un cuerpo de Orden Público de los militares que se encargaba de vigilar la criminalidad y también de los bosques, función que luego también se transferiría, desapareciendo la unidad castrense".

La vida de los primeros guardias en la ciudad autónoma no fue fácil. Vivieron primero en el cuartel del ejército "que antes usaba Orden Público, un cuartel pequeño en el que no llegaban a cuarenta hombres". Entra ahí el clásico inconveniente ceutí, la falta de vivienda. "Si ahora esta complicado, imaginad hace ciento y pico años", explicó Núñez a los presentes.

El principal problema radicaba en que los agentes "no se podían traer a la familia, entonces rápidamente pedían destino y se marchaban". Eso provocó que se elaborara "una disposición en la que se pedía que fueran solteros o viudos sin hijos".

Las tareas que afrontaban eran las mismas que la península, aunque a veces se encontraban con la particularidad de tener que lidiar con la convivencia intercultural: "Al ejército le robaron unas cabezas de ganado. Se las llevaron unos marroquíes y fue la Guardia Civil quien tuvo que entrar en el terreno y traer presos a los cuatreros", relató para carcajada de los asistentes.

Otra función curiosa era la de acompañar al ejército, haciéndose cargo de sus presos y acompañando a la folclórica caravana que siempre acompañaba, por entonces, a las unidades castrenses. "Cuando los militares se movían llevaban consigo desde a las señoras que lavaban, al que ponía la cantina, al músico y a la chica que bailaba".

Eso obligó a la Guardia Civil a controlar "al residuo del poblado legionario". "Era otra economía que se generaba y traía consigo sus disturbios, normalmente relacionados con las cantinas y el ocio, cuando algunas personas que no mantenían las condiciones cívicas de estar", añadió el coronel durante su exposición.

Hasta ahí llegó la conferencia, que se prevé completar en el futuro con una segunda ponencia en la que se trate el recorrido de la Guardia Civil en Marruecos, precisamente a partir del desembarco de Alhucemas y en los últimos años en los que los agentes patrios instruyeron a los gendarmes marroquíes para posteriormente ir abandonando el territorio del actual Reino Alauita.