Es mucho, muchísimo más que una simple tradición: es algo cultural, casi folclórico; es, desde hace largos años, una de las costumbres más arraigadas dentro del valioso (valiosísimo) patrimonio caballa. Cualquiera que sea de Ceuta sabe de sobra que no son exageraciones: la Musal-la es, por el solo peso de la festividad que conmemora, un tesoro inmaterial de nuestra salada tierra.
Tras casi treinta días de ayuno, sacrificio y recogimiento sin igual, el Ramadán ha llegado a su fin. El mes sagrado de los musulmanes ha concluido este 10 de abril al hilo de un populoso rezo colectivo que, como siempre, ha tenido lugar en la explanada de Loma Margarita (esa misma donde Tráfico suele citar de tanto en tanto a los temerosos aspirantes a motoristas).
Varios miles de fieles han concurrido a la que el delegado de la Comisión Islámica en suelo caballa, Hamido Mohamed, se ha referido como “la Musal-la más multitudinaria de los últimos años”. “Entre 7.000 y 8.000 personas”, según este último. “Entre 3.000 y 3.500”, según Protección Civil. Sea como fuere, en la zona, no cabía un alfiler; las imágenes hablan por sí solas.
A la entrada, un pequeño tenderete daba la bienvenida a los fieles a golpe de tentempié. Los vasos de leche, las botellas de agua y las cestas de dátiles ocupaban la práctica totalidad de la superficie de su improvisado mostrador. Al otro lado de este, los creyentes se agolpaban; todos cuantos habían salido de casa sin desayunar aguardaban pacientemente para alimentarse antes de darse a la espiritualidad.
No han faltado las muestras de apoyo al pueblo gazatí. Poco antes de dar comienzo el rezo, un nutrido grupo de devotos posaba ante una marabunta de reporteros gráficos mientras dos de sus miembros sostenían -orgullosos- una bandera de Palestina. El momento, claro, era captado y convertido en una estampa para la historia.
Este año, han centrado el evento “la importancia de la vida, la responsabilidad individual y la necesidad de continuar la adoración más allá del Ramadán”. Siendo esa la premisa, las autoridades religiosas han llamado a la población a llevar a cabo “una profunda reflexión sobre la brevedad y el valor de cada momento vivido”.
Llegadas las nueve y media, hombres, mujeres y niños se ponían en pie: los cantos cesaban; arrancaba la oración. El gustoso encargado de dirigir la ceremonia ha sido Tarik El Idrissi, un conocido imán autóctono que, a pesar de su corta edad, cuenta en su historial con varios oficios similares al vivido hoy.
Como cada curso -pandemias aparte-, los hombres han ocupado el espacio más próximo al púlpito sobre el que El Idrissi ha guiado a su masa de creyentes. Las mujeres, por su parte, se han colocado al fondo de la parcela que cada año cede con suma gentileza la Comandancia General.
Decía El Idrissi que “nuestros días en la Tierra están contados”, que estos “transcurren con una rapidez asombrosa llevándonos de una experiencia a otra, de una etapa de la vida a la siguiente”. “Utilizad vuestro tiempo sabiamente y dedicadlo a obras que os beneficien tanto en vuestra vida espiritual como en la material”, pronunciaba el religioso.
En 2023, el Eid al Fitr se prolongó hasta bien entrado el mediodía. Este 2024, la duración ha sido más o menos similar. Aquellos que, motu proprio, han optado por no adherirse a la oración han tomado parte en la Fiesta del Fin del Ayuno personándose en alguna de las treinta mezquitas que hoy han abierto sus puertas para celebrar por todo lo alto tan señalada cita.