Los testimonios de los afectados: “Fue un infierno. Ahora esto va para largo, mínimo un año”

Los testimonios de los afectados: “Fue un infierno. Ahora esto va para largo, mínimo un año”
Una semana después del incendio que ha forzado a desalojar el edificio de colores, varios de sus vecinos repasan cómo ha cambiado su vida y cómo fue el momento de la evacuación

Huele a quemado, a esa “chumasquina” en un ambiente del más típico que se puede dar un julio en Ceuta. La humedad copa los saraos y, pese a la entrada del poniente, las temperaturas solo invitan a estar bajo el chorro de aire frío o a remojo. No es el primer plan de la lista para las decenas de vecinos que hace una semana se vieron envueltos en un capítulo, negro eso sí, pero que quedará para las páginas de historia de Ceuta.

El ir y venir a la que hasta hace unos días era su casa ha sido constante. Preguntar, saber, conocer. Intentar acceder para hacerse con la pertenencia más básica y necesaria. Este pasado miércoles fue el último día que pudieron, y no se sabe cuándo será la próxima vez que volverán a cruzar el umbral de su hogar. Incertidumbre en el futuro. Salieron los dos únicos vehículos que todavía dormían en el garaje. Una entrada exprés de los que llegaban casi en carrera porque sabían que el cronómetro estaba en rojo y, a partir del mediodía, se cortaba la luz y el agua para cercar y cerrar un perímetro que no verá la luz, según han afirmado todos los afectados con los que ha hablado Ceutaldia, “hasta dentro de bastante tiempo”.

Varios grupos de vecinos conversan, preguntan e intentan solventar dudas dentro del perímetro de seguridad que estableció la Ciudad este lunes. No se aprecia nerviosismo. Reina la calma. Cuesta distinguir a los afectados de los curiosos más allá de ese cerco convertido en una valla de casi dos metros que los operarios de la Consejería se afanan en cubrir con telas.

Las conversaciones fuera también se suceden. En una de ellas se inmiscuye este medio para conocer de primera mano la historia de una de las afectadas. Pide no salir a cámara, “pero no me importa contar cómo lo viví”, desliza una de las vecinas de la cuarta planta. “Por suerte mi casa no está mal. A ver, no está lo mal que puede estar. Mucho hollín que comenzó a salir por todas las vías de escape. Desde la bañera hasta enchufes”. Eso ahora, es lo que menos le preocupa. “Vivimos desde hace casi una semana (ella, su pareja y sus dos hijos) en dos habitaciones del hotel Ulises. La mayor urgencia es encontrar un cuadrado limpio en el que poder hacer una vida medio normal”, explica. Pero la búsqueda de vivienda, como más adelante también compartirán otros afectados, se está convirtiendo, después de toda la tormenta, en la tarea más complicada. “Dentro del problema de alquileres en Ceuta, muchos se están aprovechando de esta coyuntura para subir más los precios”.

edificio colores vecinos

Relata su historia sosegada, con calma, casi agradecida “porque estamos vivos, por suerte no ha pasado nada, podía haber sido mucho peor”. Explica, cómo a esa hora intermedia entre la comida  y la siesta, su hogar se vio envuelto en una nube de humo, en unas circunstancias en las que no sabían cómo reaccionar. “Aquello fue el infierno. Lo primero que piensas es en salir vivos. Los siguientes días das gracias, cuando ves a la familia, de que no ha pasado nada. Ahora, sí, ya reparas en tu casa y en que todas tus pertenencias se encuentran en el interior de un espacio al que has podido acceder para coger lo justo y necesario. En mi caso, la medicación y poco más, no sé ni dónde tengo el DNI”.

Por suerte, no va a tener que lidiar con el seguro. “Nos lo va a cubrir todo, pero claro, de primeras tenemos que sufragar nosotros los gastos. En el caso de quien no tenga tanta solvencia va a ser un problema”.

Tampoco va a tener una lucha abierta con su aseguradora Ángela. Ella observa con serenidad junto a su perro los trabajos dentro del perímetro de seguridad, mientras eleva la cabeza y dirige una mirada a su casa, a la ventana por donde fue desalojada el pasado viernes. Vive, o vivía en el tercer piso, y su historia es más sobrecogedora. Sin embargo, su mirada transmite paz. Está sosegada y serena. No se distingue un ápice de preocupación cuando en una media sonrisa que dibuja su rostro, relata con afabilidad cómo mientras preparaba la comida junto a su hermana, su casa se convirtió en cuestión de segundos en un horno en el que comenzó a escasear el oxígeno.

“Al principio pensamos que era un pequeño  incendio y se acabó. Nos comunicaron que nadie podía salir del edificio pero, de pronto, vimos como nuestra casa se empezó a llenar de humo que salía de los focos de la luz. Nos metimos en una habitación con toallas y un ventilador porque todo empezaba a estar negro. Fueron momentos de mucha tensión. Estaba muy nerviosa porque veíamos que nos asfixiábamos”, recuerda. “Experimentamos un agobio límite porque no sabíamos dónde estaba el humo, si iba a haber fuego dentro de la casa y si nos podrían sacar de ahí”. Fueron esas primeras sensaciones vitales que vivió Ángela y que contrastan en vivencias con las del resto de afectados. Se sincera en la evolución de las mismas. Cómo, una vez fuera de peligro. Medio pasada la conmoción, florecen los pensamientos hacia lo material. “Una vez nos sentimos a salvo pensamos en nuestra casa. Nos vimos sin nuestras pertenencias. Estábamos sin nada y, prácticamente, así seguimos”.

Vive desde entonces en una vorágine. En una especie de burbuja que parece que se romperá en algún instante, como quien despierta de forma abrupta de un sueño. Pero asume, lenta y paulatinamente a diario que la situación es permanente y no a corto plazo. “Dicen que no saben. Mínimo, nos dan un par de meses”. Hasta entonces “paciencia y aguantar con lo que tenemos”, mientras, vivirá en una nueva casa de alquiler que ya ha encontrado.

vecinos edificio colores1

El que se libera de la carrera por el alquiler es el padre de uno de los afectados, Mariano, que desde el viernes reside en una de las casa que él tiene. Mientras se hace con su vehículo- uno de los dos últimos que todavía dormían en el garaje-, y apenas repara en nuestra presencia, es su hijo el que relata su historia. “Vinimos nosotros (los hijos) a desalojarlo. Al principio creímos que era un incendio normal y corriente, pero al llegar nos dimos cuenta de la magnitud”, cuenta el primogénito que, pese a no residir en el edificio de los afectados, ha vivido esos días de emociones y sensaciones en primera línea. “Ha sido una semana, y lo que queda, ya que hay viviendas que demoler enteras”, afirma tajante con una expresión en el rostro que mezcla resignación y rotundidad a partes iguales.

Una de las que más peligro corren de esa demolición es la de su padre, situada en la primera planta. Las predicciones no son buenas, detalla Mariano. “Esto va para largo, para muy largo. Mínimo, un año, según nos han comentado. La vivienda de mi padre hay que derribarla, hasta el forjado”.

Mariano se dirige a ayudar a su padre a terminar de cargar las pertenencias que ha podido rescatar de su casa en el vehículo, para dejar paso en la calle al último coche al que varios vecinos acuden para llenar con una pila de maletas que desde hace media hora copan la última esquina de la zona acotada.

Eduardo se ha hecho con todo lo que ha podido. Él sí continúa conmocionado. Su cara, su mirada, refleja un 'shock' del que todavía no se ha librado. Es el vecino de la vivienda que se sitúa justo encima del comercio en el que se originó el incendio y es consciente de que probablemente no regrese a su casa, y si lo hace, será en un plazo nada cercano. “La sensación fue como si te viniese de golpe una sombra o una nube que no te da tiempo a volverte porque ya te ha cogido”, explica entre cierta desubicación para, a la vez, “dar gracias porque hemos salido vivos”.

Fue el primero en salir y el último en entrar, ya que su vivienda ha sido objeto de estudio e informes técnicos que les debían garantizar la seguridad antes de regresar. Este miércoles se marcha sine die. En una tormenta de tristeza y asimilación, pero no queda otra que caer en ese tortazo de realidad. “Intento ir paso a paso y no mirar a la lejanía”. Pero en ese futuro próximo su parada más inmediata es encontrar un hogar, una casa, una vivienda en la que cobijarse, ya que desde el pasado viernes son unos amigos los que le han abierto las puertas, y su madre “que a veces nos pone de comer”. Entretanto, el conflicto con su aseguradora se ha rebajado- pese a las trabas iniciales-, pero el regreso a la vida a normal va a ser lento y dilatado.

Eduardo sí parece afectado por lo que está viviendo y él mismo reconoce que a veces ha pensado que necesita medicación "porque hay cosas que te das cuenta que no llegas". El de él, como el de resto de afectados, es un horizonte incierto, el incendio calcinó el forjado del edificio y también el de su futuro y esa seguridad y confort que busca cualquiera siempre en un hogar.

 

Los testimonios de los afectados: “Fue un infierno. Ahora esto va para largo, mínimo un año”


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