El espectáculo de la política italiana ha superado de largo la visionaria imaginación de Pasolini y se acerca cada día más a la negra sordidez de una snuff-movie. Tras las revelaciones sobre las velinas cantarinas de Silvio Berlusconi, el país asiste perplejo a una sucesión de mensajes, trampas, vendettas, asuntos turbios y chantajes digna de una novela de Andrea Camilleri.