No sé si ya he hecho alguna vez referencia a una conversación que mantuve con Javier Majan sobre estas cosas que venimos llamando Web 2.0. Aprendí mucho, pero si algo se me quedó fue la idea de que la Web 2.0 no es una tecnología, sino que primariamente es un conjunto de valores entre los que destaca la accesibilidad, la transparencia y la participación.

Yo, que en esto de la Web 2.0, soy curiosamente de lo más escéptico, porque por mucha tecnología que se instale, por muchos cursos que se impartan, lo que hay es que cambiar la dinámica.

Quiero poner solamente un ejemplo. Buena parte de las entidades o empresas que se han lanzado a lo 2.0 no se han enterado que aquí es importante contestar, sea a los comentarios en las páginas, a los posts en Twitter como en los estados en las redes sociales.

Pero el problema no es que se hayan hecho al nuevo entorno, sino es que hacen lo que siempre han hecho: pasar del usuario/ciudadano/consumidor. Antes, en la Web 1.0 ponían una cuenta de correo que nunca respondía; mucho antes un contestador de consultas que nadie escuchaba y si lo hacía era con la misma atención que yo le presto al canto de los pájaros; mucho antes era un apartado de correos que debía tragarse todas las cartas.

Quien nunca ha querido contestar, no lo hará ahora, aunque sea de lo más fácil y, además, le convenga empresarialmente. O hay un cambio de conciencia, o todo seguirá igual de mal pero con diseños carísimos a la última que no aportan mucho respecto al tradicional tríptico de publicidad.

Los grandes cambios comienzan por cosas pequeñas. Antes de meterse en grandes proyectos 2.0 una empresa o una administración podría intentar contestar, al menos, los correos electrónicos que le mandan.