La doctrina de los “dos cuerpos del Rey” era una forma de mantener la pureza de la Monarquía más allá de los evidentes defectos, errores y maldades de los monarcas. Se decía que en un Rey había dos “cuerpos”, uno cuando actuaba como Rey y en el que se concitaban las más altas virtudes y otro, cuando actuaba como ser humano, sometido a todas las vulnerabilidades de nuestra especie.

En el fondo esta doctrina es una forma de secularización de aquella que distinguía entre la Iglesia visible y la visible, la primera pecadora y la segunda plena realización de Cristo. Esta doctrina de origen agustiniano fue asumida con enorme fuerza por Lutera y la teología evangélica.

Parece que esta doctrina se ha extendido de una forma exagerada en la ya famosa distinción que se hace entre la actuación en virtud del cargo y la actuación como ciudadano. Creo que esta diferenciación es peligrosa, porque cuando uno ocupa un cargo, lo ocupa desde el día que toma posesión hasta el día en el que cesa, sin dejar de estar un solo minuto en ejercicio del cargo.

Cuando alguien recibe regalos, se relaciona con personas o toma cualquier tipo de decisión, nunca deja el cargo. Cuando alguien habla con un político, lo hace con el individuo, el líder del partido y el cargo público, todo a la vez.

La doctrina de los “dos cuerpos del Rey” nació con el obvio interés de disculpar los errores regios y ahora la utilizan para exonerarse de comportamientos que si no estuvieran en  un cargo público no tendrían la mayor importancia. Recibir regalos no tiene ninguna relevancia mientras que uno no ocupe un puesto, ya que cuando lo ocupa el que regala lo hace simultáneamente a la persona, al líder del partido y al cargo político. Ni la persona ni la conciencia se pueden dividir tan fácilmente como algunos pretenden.

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