Aquí no le vamos a ver ni los rizos», dicen unas chicas emperifolladas que habían pagado 80 euros por una localidad en la segunda planta del Teatro Real de Madrid. 130 les había costado a las del patio de butacas. Todas agotadas para ver a David Bisbal, con diez años ya de carrera. Porque 2001 fue el de la odisea del espacio, el del 11-S y el de OT.
Poco antes de las ocho, David Bisbal salía por el vestíbulo y se santiguaba. Para ponerse delante de la prensa. Con un esmoquin de Dsquared, zapatos de charol, sin corbata, el almeriense se mostraba nervioso por actuar en «la catedral musical de nu...