Muchas veces los debates sociales se plantean en tan radicales que no buscan otra cosa que, por hacernos mirar a los extremos, no veamos el centro del problema.
Hace varias semanas El País publicaba un reportaje sobre alimentación y calidad alimentaria en donde los dos grandes interlocutores eran un representante de una importante empresa de semillas transgénicas y defensores de la agricultura ecológica. Dado que en la UE están prohibidos los transgénicos y que la agricultura ecológica es una parte marginal de la producción y del mercado, se estaba dejando fuera a toda la agricultura y a las técnicas que emplea.
A los varios días vi en CNN+ un debate, moderado por José María Calleja, entre un portavoz del lobby de la energía nuclear y otro del lobby de empresas de energía renovables. Tengo que decir que fue el representante pronuclear el que dijo que faltaba en esa mesa todo el sector de la energía que emplea combustibles fósiles y la verdad es que tenía razón. Ambos dos, defensores de su visión de la energía y de las empresas a las que representaban, pronto olvidaron esto y se lanzaron a las clásicas acusaciones. Mientras tanto seguimos contaminando nuestro país.
Para que un debate sea fructífero hay que situar correctamente el objeto de discusión. El tema tiene que ser alimentos sanos y en cantidad suficiente y no una lucha entre defensores de los transgénicos y defensores de la agricultura ecológica. El tema tiene que ser energía lo menos contaminante posible y en cantidad suficiente y con constancia en el suministro, y no una trifulca entre nucleares y renovables.
Posted in Celtiberia, Ciencias Políticas, Comunicación Política, Economía, Filosofía del Lenguaje, Hermenéutica, Sanidad, SociedadPosted originally: 2009-09-09 14:19:58