Al borde del abismo de la quiebra, el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, afronta las últimas horas previas a la decisiva votación en el Parlamento
del plan de ajuste 2012-2015 en medio de una doble contestación:
la rebelión de algunos parlamentarios de su propio partido, que podrían oponerse al mismo, y la de la ciudadanía, que ayer secundó mayoritariamente la primera jornada de una huelga general de 48 horas que ha paralizado el país.