Primavera de 1931


Primavera de 1931
    Tendrían azahares los naranjos del Revellín, aquel día de Primavera de 1931.  Me imagino la gente corriendo. Las mujeres de la fábrica de conservas del pescado, las que apilaban naranjas durante horas, las modistas de ropa del ejercito… Alguien les contaría que la República volvía a España, y a Ceuta, que siempre es lenta,  seguro que [...]

 

 

Tendrían azahares los naranjos del Revellín, aquel día de Primavera de 1931.

 Me imagino la gente corriendo. Las mujeres de la fábrica de conservas del pescado, las que apilaban naranjas durante horas, las modistas de ropa del ejercito… Alguien les contaría que la República volvía a España, y a Ceuta, que siempre es lenta,  seguro que vía morse algo llegaría…. a lo mejor, mientras corrían para acudir a la puerta del Ayuntamiento y ver esa bandera tricolor, con el rojo de la sangre, el amarillo del sol y el violeta de la mujer ondeando con el viento de levante, se iban contando que a partir de entonces podrían votar, ellas, las mujeres. Y votar es tomar decisiones, y elegirse entre ellas y legislar… Algunas se sonrojarían al saber que podrían casarse sin pasar por la Iglesia, divorciarse y ser libres. Las ilustradas les dirían que tenían derecho a la educación y las sindicalistas a cobrar lo mismo que cualquier hombre.

Las imagino corriendo con alpargatas, vestidos de percal, jóvenes, pensando que quizás todo es pecado pero que merece la pena pecar una primavera que amanece violeta en Ceuta.

Que se puede invertir el orden de la Historia porque hay ganas e ilusión.

Seguramente estaban mis abuelas, la una con veinticinco años, dos hijos y viuda, desertora de las conservas del pescado de aquel día, la otra con algunos años más, con más hijos y un marido colgado de su brazo desatendiendo su taller de  costura.

Probablemente  se reconocerían como trabajadoras y explotadas, como ciudadanas de segunda con  la obligación de luchar por la familia pero no de tomar decisiones en las urnas.   Quizás esa mañana se abrazarían en medio de la plaza como hermanas.

La República traía bordada en su Constitución un montón de derechos humanos, separaba la iglesia del estado y decía que ante la Ley todos y todas éramos iguales.

Mis abuelas llevarían azahares en el pelo y avanzarían por el Revellín dejando un aroma de alegría.

Aquella primavera mi tierra fue feliz



Posted originally: 2010-04-14 00:37:05

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