Quevedo y el Capitán Trueno


Quevedo y el Capitán Trueno
Con un levante denso, tan denso y tan pesado que parece amenazar lluvia y no llueve, por mas que los Consejeros  y Consejeras de mi ciudad miren al cielo  buscando la lluvia que les indulte de la vergüenza  del barco del agua. Tan real, tan caro, tan difícil de explicar con dos embalses, una desaladora [...]


TRUENOCAPITAN

Con un levante denso, tan denso y tan pesado que parece amenazar lluvia y no llueve, por mas que los Consejeros  y Consejeras de mi ciudad miren al cielo  buscando la lluvia que les indulte de la vergüenza  del barco del agua. Tan real, tan caro, tan difícil de explicar con dos embalses, una desaladora y un plan de agua veinticuatro horas que nos vendieron en elecciones.
Seguimos teniendo cortes, o bajadas de presión del 0.0. Ya no discuto por un eufemismo más o menos.

Ese levante se me pega al cuerpo y me te hace sudar aunque sea otoño a las cuatro de la tarde. Deambulo  por Haddu buscando una farmacia de guardia y encuentro  un barrio vacío, cerrado… Antes he pasado por Claudio Vázquez, no hay flores ni losetas, sólo pintadas, graffitis sin arte,  escombros, sensación de abandono… Poca gente en la calle: algunos operarios de Urbaser, hombres tristes llenando los cafetines, mujeres con gesto  y chilabas cansadas volviendo a sus casas…

Si lloviera pediría ese “rabo de nubes” que dice Silvio, ese barredor de tristezas, que se llevara lo feo y al menos me dejara la esperanza.

Bajo por avenida de Lisboa y han cambiado las piedras de las murallas, nuestras piedras, nuestras murallas tan ceutíes, tan autenticas por un mural pintado en tonos azules, una burda imitación del mar que se vislumbra a lo lejos, un kihts ecléctico con galeras, veleros, calaveras y algun que otra nave vikinga surcando esas olas increíbles para quienes hayan  visto alguna vez el mar…

En casa no hay agua, miro por el balcón buscando las nubes que traigan al menos la lluvia. Siento que estamos muy solos y solas los que vemos más allá de la dulce, pequeña y marinera ciudad.

Desangelada y triste recito unos versos de Quevedo ( siempre me consuela)  y conjuro al Capitán Trueno para que nos salve.

“No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.


¿No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente? “



Posted originally: 2009-10-29 00:25:35

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Quevedo y el Capitán Trueno


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