Reglas de relación


Reglas de relación
‘El País’ ha publicado un reportaje sobre algunos cables de la Embajada de los Estados Unidos ante la Santa Sede. Me han parecido muy entretenidos, más por los implícitos, que por los explícitos, por lo demás bastante esperable [como todos los cables, por ahora]. Por lo visto hasta ahora las fuentes de los diplomáticos norteamericanos [...]

‘El País’ ha publicado un reportaje sobre algunos cables de la Embajada de los Estados Unidos ante la Santa Sede. Me han parecido muy entretenidos, más por los implícitos, que por los explícitos, por lo demás bastante esperable [como todos los cables, por ahora].

Por lo visto hasta ahora las fuentes de los diplomáticos norteamericanos son funcionarios y políticos que mantienen charlas formales o informales con estos diplomáticos y dan su opinión o a requerimiento del estadounidense o ‘sponte suo’. Lo que hacen los diplomáticos es dar parte de las conversaciones que consideran más interesantes y de los datos que tienen por más relevantes. Proporcionan información para que luego se elaboren informes de inteligencia. Como los diplomáticos no son espías sus fuentes son conocidas y se encuentran con ellas, normalmente, de una forma pública como parte del ejercicio de sus funciones.

Uno tiene la impresión de que buena parte de los informantes de los diplomáticos no son verdaderamente conscientes de que palabras más o menos genéricas, opiniones o intentos de transmitir una determinada visión de la realidad de su país, aportan una serie de datos que bien seleccionados, bien sistematizados y mejor pensados aportan una ventaja muy interesante al gobierno que el diplomático en cuestión representa.

De lo que llevo leído saco algunas ideas genéricas:

1) Los gobiernos deberían instruir a los altos funcionarios y cargos políticos de cómo se habla con un diplomático extranjero, de qué se habla y como en una conversación intrascendente (del tipo cómo ves la situación o si vas a seguir en el cargo) alguien inteligente puede sacar algunos datos que no se desean dar. Espero que ya se esté haciendo al menos en España.

2) Parece que los diplomáticos norteamericanos se fijan mucho en que sus interlocutores hablen o no inglés, cuando el inglés no es la lengua materna de los interlocutores. Es lógico porque el que mantiene una conversación en su lengua materna tiene ventaja y más si ésta versa sobre materias delicadas. Critican que en El Vaticano el italiano sea la lengua imperante y que determinados políticos, aunque sí hablen inglés, prefieran a los traductores para las reuniones. Truco: no se habla con un diplomático extranjero en el idioma de éste, aunque se conozca bien, al menos cuando el diplomático esté acreditado en tu país.

3) Debería existir un buen servicio de contrainteligencia para controlar este espionaje legal y público. Un servicio que, sin importunar las actividades legítimas de una representación diplomática, supiera cuales son los interlocutores habituales de esos diplomáticos en las diferentes esferas sociales, cuáles son sus preferencias informativas a la hora de informar a sus capitales, así como el mensaje que hay que transmitir. Los países serios hacen o deben hacer eso.


Filed under: Celtiberia, Estados Unidos, Política, Política Internacional
Posted originally: 2010-12-11 12:00:21

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