La ruina como valor


La ruina como valor
El pasado lunes estuve en Blarney, una pedanía de Cork donde se encuentran los restos de una torre-castillo, rodeados de un bonito parque de esos con césped natural, con partes de bosque y caminitos de tierra (no se podía fumar dentro del recinto, ni al aire libre). Viendo lo que queda de la torre-castillo me acordé [...]


El pasado lunes estuve en Blarney, una pedanía de Cork donde se encuentran los restos de una torre-castillo, rodeados de un bonito parque de esos con césped natural, con partes de bosque y caminitos de tierra (no se podía fumar dentro del recinto, ni al aire libre).
Viendo lo que queda de la torre-castillo me acordé de que fueron los anglosajones decimonónicos quienes decidieron que las ruinas tenían un valor estético y que como tales merecían ser protegidas.
Hasta entonces las ruinas históricas, por muy antiguas y valiosas que fueran, o bien se terminaron convirtiendo en canteras, o bien se reconstruía con fortuna variable lo que había sido el edificio primigenio.
Los estetas anglosajones, muy influidos por el Romanticismo, consideraron que el resto directo del pasado era valioso aunque fuese incompleto, porque esa misma incompletitud nos lanzaba a la reconstrucción imaginativa de la circunstancia y de la obra.
El fragmento, fue su primera valorización teórica, era lo que nos quedaba de un todo perdido. Tenía el valor intrínseco de la autenticidad y su ruina no era un defecto sino la mayor de las virtudes ya que dejaba el camino libre a la libertad de la conciencia humana.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX comenzó a nacer toda la legislación sobre protección del patrimonio histórico y artístico. Para que luego se diga que las concepciones filosóficas no tienen consecuenciasBlarneyreales.

Blarney
El pasado lunes estuve en Blarney, una pedanía de Cork donde se encuentran los restos de una torre-castillo, rodeados de un bonito parque de esos con césped natural, con partes de bosque y caminitos de tierra (no se podía fumar dentro del recinto, ni al aire libre).

Viendo lo que queda de la torre-castillo me acordé de que fueron los anglosajones decimonónicos quienes decidieron que las ruinas tenían un valor estético y que como tales merecían ser protegidas.

Hasta entonces las ruinas históricas, por muy antiguas y valiosas que fueran, o bien se terminaron convirtiendo en canteras, o bien se reconstruía con fortuna variable lo que había sido el edificio primigenio.

Los estetas anglosajones, muy influidos por el Romanticismo, consideraron que el resto directo del pasado era valioso aunque fuese incompleto, porque esa misma incompletitud nos lanzaba a la reconstrucción imaginativa de la circunstancia y de la obra.

El fragmento, fue su primera valorización teórica, era lo que nos quedaba de un todo perdido. Tenía el valor intrínseco de la autenticidad y su ruina no era un defecto sino la mayor de las virtudes ya que dejaba el camino libre a la libertad de la conciencia humana.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX comenzó a nacer toda la legislación sobre protección del patrimonio histórico y artístico. Para que luego se diga que las concepciones filosóficas no tienen consecuencias reales.

Posted in Arte, Derecho Administrativo, Eire, Estética, Filosofía, Geógrafo en Hibernia, Historia, Sociedad, Turismo

Posted originally: 2009-07-22 16:24:26

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La ruina como valor


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