Rousseau sostuvo, en el Discurso que le dio su primera celebridad, que el origen de la desigualdad entre los hombre no era natural, sino que se debía a la sociedad. Él ser humano nace bueno y es la estructura de una sociedad perversa la que le pervierte. Así nació el mito del “buen salvaje”. El pasado sábado, como ya comenté, Rodríguez Ibarra recurrió al mito del “buen militante”. Evidentemente en estos días se habla de de firmeza de ideas y cosas por el estilo.

La idea es siempre abstracta, por su propia naturaleza. La concreción de la idea es menos abstracta y, cuanto más concreta, más lejos de la idea y por tanto más opinable en cuanto a la que sea correcta concreción de la idea. Una ideología política es un conjunto de grandes trazos, de grandes líneas. A lo largo de la historia se han ido concretando en políticas y éstas en medidas concretas.

En estos días y para cerrar filas dentro del PSOE, para que nadie se deje llevar por cantos de sirena de la disidencia, se han ideologizado las medidas de forma que ser socialista, socialdemócrata o de izquierda es gestionar la crisis exactamente como los está haciendo el Presidente Rodríguez Zapatero. El problema es que, cuando ideologías demasiado, y todo esencial, colocas fuera de la ortodoxia a casi todo el mundo.