¿PARANORMAL?

¿Y si las voces de ultratumba que Iker Jiménez investigó en el tanatorio no eran más que graznidos de gaviota?

¿Y si las voces de ultratumba que Iker Jiménez investigó en el tanatorio no eran más que graznidos de gaviota?
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Arriba, la portada del velatorio municipal; abajo, una gaviota graznando

Pasó hace más de veinte años, en noviembre de 2002, tan solo unos meses después de que el euro desplazase de nuestras vidas a las antiguas pesetas. Fue entonces cuando Ceuta acaparó las miradas de toda España. Lo hizo, sorprendentemente, por mediación de Iker Jiménez. Si eres de aquí y tienes cierta edad, te acordarás: el veterano presentador se dejó ver por la ciudad autónoma por primera vez en su vida para investigar un suceso que, a la postre, se acabaría convirtiendo en un 'expediente X' de auténtico manual; nada se pudo dilucidar.

El velatorio: así se tituló el episodio resultante de varias jornadas de psicofonías y grabaciones diversas. Como su propio nombre indica, el escenario de las pesquisas fue el tanatorio (en aquella época, directamente gestionado por la Ciudad; nada de subcontratas). Quienes allí trabajaban decían que había fantasmas, que el lugar estaba maldito, embrujado, que se oían "ruidos extraños" y hasta "gritos de ultratumba", algo poco usual en nuestra salada tierra.

A fecha de 2024, el programa elaborado por Iker y su equipo todavía puede verse. Puede escucharse, más bien: este se emitió en Milenio 3 -en la Cadena SER- no en Cuarto Milenio. La pieza circula aún por Internet en formato pódcast; junto a ella, también lo hace una dramatización sonora de lo que, supuestamente, ocurrió en el velatorio la noche en la que Encarni y Gema (dos exempleadas municipales) requirieron la presencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

Además de las propias requirentes, los agentes personados en la zona también dijeron haber oído "lamentos y golpes" tras recorrerse el edificio de arriba a abajo. La repercusión de lo presuntamente ocurrido aquel día fue tal que periódicos de sobrado renombre como El País, El Mundo, ABC y La Razón se hicieron eco del acontecimiento. El misterio radicaba en un detalle no precisamente menor: el recinto se encontraba "completamente vacío" y "sin muertos a los que velar", según aclaró en su momento el decano de la prensa caballa.

Un pequeño resumen

Era 11 de noviembre. La de aquella noche estaba llamada a ser una jornada laboral tranquila, una de tantas. Al final, terminó siendo mucho, muchísimo más que eso. Al poco de iniciar su turno, las desgraciadas protagonistas de esta historia comenzaron a oír lo que identificaron como "llantos y quejidos". En un alarde de valentía, ambas compañeras se decidieron a peinar el inmueble -a priori, totalmente despejado- para tratar de dar con el origen de tan extraños e inusuales sonidos. Pese a que el miedo no tardó en apoderarse de ellas, las dos mujeres optaron inicialmente por mantener la cordura. "Será alguien que se habrá colado", pensarían.

Las trabajadoras no lograron encontrar la fuente de la que emanaban esos "llantos y quejidos". Es más: luego de una breve ronda, pudieron comprobar que todas las estancias estaban cerradas a cal y canto. Tras una llamada telefónica, un total de ocho efectivos de la Policía local se desplazaron hasta el velatorio: dos de ellos, sugestionados, rehusaron entrar (los ruidos, al parecer, se escuchaban desde la puerta); linterna en mano, los seis restantes emprendieron una minuciosa búsqueda por todo el perímetro, un perímetro en el que, finalmente, terminaron dándose de bruces con la más absoluta nada.

La primera sospecha fue que todo se trataba de una broma, que alguien, a través de un dispositivo electrónico, estaba reproduciendo los sonidos que todos los implicados en el suceso aseguraron oír con suma claridad. En un momento determinado, la presencia de un posible polizón pareció tan evidente que los investigadores sopesaron echar abajo la puerta que daba acceso a una de las muchas habitaciones de la estructura.

La exploración no se circunscribió exclusivamente al tanatorio: extrañados, los policías locales requeridos inspeccionaron, incluso, el patio trasero en el que hoy se ubica la sede de la Consejería de Sanidad y Consumo, los aledaños de la DUCAR (cuyo vigilante de seguridad también manifestó haber oído "gritos") y hasta la zona que da al litoral. En todos los casos, el resultado de las pesquisas fue el mismo: el vacío.

La hipótesis de lo paranormal

Desde que todo lo anteriormente descrito sucedió, no son pocos los que recelan cada vez que tienen que pasar por el desapacible trance de visitar el velatorio. "Siempre que vengo y tengo que ir al baño, procuro hacerlo acompañada", confesaba a este digital una vecina caballa que fue a despedir a un ser querido hace escasamente una semana.

Se teorizó que el complejo estaba encantado por estar este construido sobre un antiguo sanatorio erigido en tiempos de la Segunda República. Siendo ese el pretexto, los más forofos de la parapsicología no dudaron en atribuir lo acontecido al efluvio energético de quienes, antaño, frecuentaban ese mismo sanatorio, arguyendo que, quizá, pudo darse en él algún episodio traumático que acabó derivando en que alguien se quedase a medio camino entre el mundo terrenal y el más allá.

José Manuel y Jesús García, dos conocidos colaboradores de La noche más hermosa que, además de apellido, comparten afición por el mundo paranormal, detallaron en un artículo publicado en un medio local que existe "documentación oficial que hace que el caso sea, si cabe, aún más veraz". "No hay explicación lógica posible", concluyeron ambos investigadores, quienes, en 2021, rememoraron por escrito y de manera cronológica todo lo acaecido ese día.

Los García afirmaron en su crónica que esa misma "documentación" a la que hacían referencia sirve (o debería servir) para "acallar las voces que todavía niegan todo lo ocurrido". Lo de las (supuestas) pruebas está muy bien; el especial de Iker Jiménez, mejor aún (si te gusta el misterio, claro), pero...

¿Y si fueron simples gaviotas?

"Aquello causó un revuelo enorme", contaba al que suscribe una ceutí que prestaba servicio en el recinto cuando todo lo narrado sucedió. Ella no vivió el episodio en primera persona porque su jornada laboral acabó "a las diez de la noche", pero sí que tuvo ocasión de protagonizar algo más o menos similar en fechas posteriores, fechas que, dada la coyuntura, la plantilla de la instalación municipal vivió "con mucho miedo".

"¿Si era verdad? En aquel momento, pensamos que sí", resumía la antigua asalariada. "En aquel momento", pero no hoy día. "Años más tarde, una compañera y yo descubrimos que los ruidos los hacían las gaviotas que había posadas en el tejado", desvelaba la mujer. "Siempre se ponen muchas por la parte de la claraboya", añadía.

Recuerda la exempleada que, una vez, le tocó trabajar "un 24 de diciembre". "Era de día; yo estaba allí con mi amiga y, en un momento dado, las dos empezamos a escuchar los mismos sonidos que Encarni y Gema nos describieron", relataba la misma vecina, que apostillaba: "Nos dimos cuenta de que eran las pavanas; emitían graznidos muy parecidos a esos 'gritos y lamentos'".

La idea de que, en vez de fantasmas, eran simples aves no la tuvo solo esta antigua trabajadora. "El que, por aquel entonces, era mi jefe siempre mantuvo que eso fueron pájaros; por lo que yo misma viví tiempo después, estoy convencida de que es así", incidía la declarante, que ampliaba: "Piénsalo: el tanatorio vacío, de noche, dos personas solas... Cualquier ruido que se escucha desde dentro parece más de lo que verdaderamente es; seguro que fueron una o dos pavanas que se quedarían enganchadas en la claraboya y que se pusieron a dar golpes con el pico y a hacer todos esos sonidos". "Muchas veces, da la sensación de que los puede estar haciendo un ser humano", remataba la mujer.

¿Y si, en vez de aves, fueron gatos?

El que haya ido más de un par de veces lo sabe perfectamente: la zona está plagada de gatos. A pocos metros del velatorio, hay una colonia que gestiona desde hace años la Comunidad Gatuna. Aunque esta no existía como tal cuando Iker Jiménez explotó el asunto, lo cierto es que ya había bastantes felinos pululando por allí en aquella época. Como buenos gatos que son, estos acostumbran a maullar; más aún, de noche.

"Hay que tener en cuenta que antes no había castraciones y que, además, siempre ha habido muchos gatos en Ceuta", explicaba una persona de dentro de la propia Comunidad. "Los de ese sitio se ponen por la parte de Sanidad Animal, El Benito y el Parque de San Amaro", remachaba.

Los hay a patadas; no son cientos, pero sí decenas. Campan a sus anchas alrededor de la edificación supuestamente maldita. Muchos, de hecho, se cuelan en ella y se pasean por su interior como Pedro por su casa. En la actualidad, "todos están censados". A pesar de ello, ni siquiera la organización que los controla y les da sustento sabe cuántos ejemplares hay en total: "Eso lo debería saber Sanidad".

Ojo: no es que el que escribe estas líneas esté en posesión de la verdad revelada (Dios me libre de tanta sapiencia), es solo que, teniendo en cuenta que ni siquiera el equipo de Milenio 3 logró reunir pruebas que evidenciaran presencias fantasmales, lo de que fuesen animales tampoco es que suene tan, tan descabellado. Psicofonías, desde luego, no se grabaron (ni una sola). Valora tú mismo: ¿crees que hay (o hubo) fantasmas en el tanatorio?

¿Y si las voces de ultratumba que Iker Jiménez investigó en el tanatorio no eran más que graznidos de gaviota?


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