- viernes 26 abril 2024
Hay una tendencia generalizada a catalogar los continuos insultos de los sectores reaccionarios hacia las diferentes minorías como meros exabruptos nacidos de la ignorancia. El último lo ha protagonizado el líder del PP, Pablo Casado, al tildar de “partido islamista” a la formación localista Caballas. Lejos de tratarse de una anécdota o un desliz, nos encontramos ante una de las aristas que componen el elaborado discurso de la extrema derecha.
El caso del francotirador que planeaba atentar contra el Presidente del Gobierno vuelve a evidenciar el poder del discurso del odio, colocando de nuevo sobre la mesa la derrota social, política y cultural que están sufriendo las democracias liberales en Europa. Navegando sobre una sempiterna crisis económica, la extrema derecha lleva ventaja en la disputa de aquello a lo que Frédéric Lordon denomina “umbrales críticos”: los espacios en construcción, en constante contienda. Esta extrema derecha, que ya ha conseguido su primera victoria al conseguir que las fuerzas conservadoras compitan en el marco que ella establece y que la socialdemocracia module su lenguaje de acuerdo a la misma lógica, redibuja nuevas divisiones sobre lo tolerable y lo intolerable. En su discurso está la certeza. Y todo lo que queda fuera de sus fronteras es “pura charlatanería”.