Lo único que queda claro es que, por fin, el aditamento comercial desaparecerá del conjunto diseñado por el genial Alvaro Siza, obra que por fin situará a Ceuta en el panorama arquitectónico mundial, guste más o menos a los ceutíes o a sus gobernantes. Ahora toca al Gobierno dilucidar de qué forma se logrará que el dueño del terreno ceda sus legítimo derecho al beneficio pecuniario por la venta de locales comerciales, ante la imposibilidad de dotar a la Manzana de tal equipamiento.
Un problema serio y de no fácil solución, que desde luego se presenta aterrador si la mejor idea que se ha planteado hasta el momento es la de situar el mercado de abastos junto al nuevo teatro y conservatorio. Decisiones que en cualquier caso deberán velar por el interés general de los ceutíes, ya que un punto clave para el desarrollo de uno de los sectores más necesitados de la vida local, como es el de la cultura, no puede seguir ni un día más con la sospecha de la corrupción como sombra. Ni Ceuta ni la obra de Siza se lo merecen.