- Como sabrán, una persona ilusa es alguien propenso a ilusionarse, también alguien que resulta ser presa fácil del engaño. Las personas ilusas, a consecuencia de la anterior definición, suelen o solemos llevarnos algunas decepciones, de las que, por otro lado, siempre aprendemos algo, aunque sea a base de palos. Las personas ilusas, son (somos), algunas más que otras, idealistas. Y a veces, es ese idealismo el que nos lleva a ser ilusos.

Los primeros idealistas, concluyeron que la naturaleza humana es esencialmente altruista y, por lo tanto, las personas son capaces de ayudarse y colaborar mutuamente. También, que el mal comportamiento humano es resultado de instituciones y arreglos estructurales, y que por tanto no proviene de la naturaleza misma de los humanos. Una teoría bastante optimista y bondadosa con la naturaleza de las personas.

Por otro lado, encontramos el realismo, que, entendido como teoría política, se construyó a base de entender la historia como el resultado de la naturaleza del ser humano a codiciar el poder y desear la dominación de otros. Siguiendo este supuesto, es como se determina que la posibilidad de erradicar el instinto por el poder es una aspiración utópica.

Idealismo y realismo son dos caras de una misma moneda, en este caso la política. Hoy por hoy, los idealistas están en peligro de extinción. Hoy por hoy, parece no haber cabida para ellos en un mundillo, el político, que no para de sorprendernos, lo cual no hace más que fomentar la aversión que la sociedad en general tiene por la clase política. Lejos de verse la política como el medio o instrumento para mejorar la sociedad en la que nos ha tocado vivir, existen personas que la utilizan única y exclusivamente para servirse a través del poder que alcanzan. Se creen facultados para tratar a la ciudadanía con la punta del pie y como si fuera estúpida, así como para hacer y deshacer a su antojo, sin rendir cuentas ante nadie, porque para eso son los que mandan y ostentan el poder, obviando que dentro de poco, esos mismos ciudadanos y ciudadanas elegirán la composición de la Asamblea para los próximos cuatro años.

Y tendrán que elegir entre lo que ya tenemos, el gobierno del Partido Popular, sinónimo de escándalos y mala gestión, sinónimo de subidas impositivas, sinónimo de división entre la población y Caballas, que significa el cambio, la apuesta decidida y el golpe en la mesa para modificar de una vez por todas las malas prácticas que el Partido Popular pretende arraigar en nuestra tierra como un árbol envenenado del que no se pueden extraer más que frutos tóxicos y perjudiciales para el futuro de todos y todas.