Lo que en Ceuta era impensable hace unos pocos años, ahora es posible. Ceuta Madrid, Madrid Ceuta, en el mismo día. A unos precios prohibitivos. Cierto. Que sólo pueden costearse si los paga la empresa, o si tienes cierta solvencia económica. Es la verdad. Pero se puede hacer. También se puede y se debe mejorar, para así posibilitar que muchos más ciudadanos se beneficien de estas ventajas. Esto nos permite poder vivir en una ciudad tranquila y especialmente agradable, pero a su vez estar presente, físicamente, en aquellos eventos que nuestra actividad requiera fuera de la misma. Yo siempre explico esto a las personas con las que me relaciono y les animo a que vengan aquí a pasar unos días, o incluso a trabajar.

Todo lo que sea invertir en mejorar el transporte y las comunicaciones es necesario y beneficioso, para el desarrollo humano, y para el avance de la economía. El espectacular salto de la economía española se debe en parte a esto. El tren de alta velocidad, los miles de kilómetros de autovías, las mejoras de los aeropuertos, la ampliación de las líneas de cercanías en las grandes ciudades, las nuevas y mejores líneas de metro. Todo ello ha generado desarrollo económico. Se ha favorecido la convergencia económica con Europa. Hemos disminuido la diferencia entre Comunidades Autónoma. Hemos ayudado al mejoramiento del medio ambiente, pues en las grandes ciudades son miles las personas que ya no necesitan utilizar el coche particular para acudir a su trabajo. Esto es gestionar con sentido común y eficiencia los recursos públicos a favor de los ciudadanos. Lo han hecho los gestores públicos de uno y otro signo político.

Madrid ha sido una de las Comunidades en las que más se ha notado este desarrollo en los últimos años. Nuevas líneas de metro. Nuevas estaciones de cercanías. Todo ello ha favorecido a los ciudadanos. No es casualidad que Madrid sea una de las locomotoras económicas de España. Dichas inversiones públicas tienen una relación directa con este hecho. Yo creo que también los últimos resultados electorales tienen algo que ver con ello. Una gestión pública notable, frente a un candidato que solo ofrecía una triste fotografía. Una inutilidad que se desperdicie a un buen técnico en algo tan falaz.

En estas circunstancias viajé el pasado viernes a Madrid. A las once de la mañana en la reunión prevista. A las cuatro de la tarde en el metro de Madrid, camino del aeropuerto. A estas horas, es la mejor forma de llegar sin sobresaltos al aeropuerto. Aún me quedaba una hora para poder hacer las gestiones necesarias para embarcar. Primer problema. No puedo salir de la estación del metro en la T2. Mi billete no permite abrir las puertas. Los guardias de seguridad me indican que debo abonar un suplemento de un euro. Mi pregunta. Si yo ya he abonado el billete del metro y nadie me ha informado al respecto. Respuesta. Sí, pero esto es un suplemento de aeropuerto. Me dirijo a una de las cinco máquinas expendedoras, como el resto de viajeros. Todos perplejos, e intranquilos, pues pueden perder sus vuelos. Tres máquinas rotas. En las otras dos, grandes colas de pasajeros. Delante de mi dos monjitas, nerviosas. Su billete de cinco euros no lo admite la máquina. Tampoco saben manejarla. No tienen cambio y los demás tampoco. Se dirigen a los guardias de seguridad, pero solo les indican que tienen que sacar el billete, pues en caso contrario no les dejarán salir. No hay personal del metro para ayudarte. Sólo guardias de seguridad para impedir la salida.

Cuando por fin consigo salir, después de pasar un largo cuarto de hora, me dirijo a la ventanilla del metro y pido el libro de reclamaciones. No hay libro de reclamaciones. Pido la presencia de la policía municipal para que levante acta de que no hay libro de reclamaciones. No tienen línea externa para llamar. Ha pasado otro cuarto de hora, sólo me queda media hora para no perder el vuelo. Llamo por mi móvil a la policía municipal. Le cuento el problema y empiezan a preguntarme cosas inconsistentes y a ritmo lento. En cinco ocasiones que dónde estaba. Sólo hay una salida del metro en la T2. Se me acaba el tiempo, me altero. Me dicen que como no es urgente, no vendrían inmediatamente. Les indico que perdería el vuelo. Me dicen que eso es cosa mía. Nucho más alterado me dirijo a la comisaría de policía nacional del aeropuerto. Me dicen que esa denuncia tengo que ponerla en la policía local o en el aeropuerto, que ellos no son notarios. Les insisto en que quiero denunciar los hechos. Recogen mi carnet de identidad, pero un policía, no más mayor que el menor de mis tres hijos, me advierte, en tono amenazante, que tenga cuidado con la forma de dirigirme a ellos. Solo me queda un cuarto de hora para poder sacar la tarjeta de embarque. Toman nota de mis datos y me dicen que van a consultar a un superior la procedencia de mi denuncia. Pasados diez minutos reclamo que formulen la denuncia. Allí siguen los dos policías, sin hacer nada, sin otros ciudadanos que atender. Esperaban las órdenes del jefe. También a que yo me fuera. Les reclamo mi DNI y el número de placa al policía para poder denunciar los hechos cuando llegara a mi destino. Me devuelve el DNI y me niega el número de placa. Entre risas me indica que me acerque a la placa y lo mire yo. Cuando me dispongo a irme, le indico que denunciaría los hechos en otra comisaría. Me contesta que el que iba a actuar era él, que ya me enteraría. Entre tanto, anotaba mis datos en el ordenador.

Por fin consigo salir de allí, saco la tarjeta de embarque y, una vez dentro de dicha zona, me dirijo al puesto de la guardia civil. Les cuento los hechos y, en esta ocasión, ya sí recogieron mi denuncia. Primera enseñanza. Es bueno que haya dos cuerpos de seguridad, pues así siempre tendremos uno al que recurrir cuando el otro se extralimita en sus funciones. Segunda enseñanza. Un euro mal cobrado puede dar al traste con una buena gestión. No es bueno humillar de esta forma a miles de ciudadanos. ¿Acaso no hay otra forma de pagar esta obra?. ¿Es que no hay otro momento, ni forma de cobrar el dichoso euro al ciudadano?. ¿No comprenden el Sr. Alcalde de Madrid que ya son demasiados los controles y obstáculos que se nos pone para viajar en avión, como para que también en el metro los tengamos?. ¿Tan ocupado está con su carrera por la sucesión como para no darse cuenta de esto?. Pero tampoco estaría nada mal que el Sr. Ministro del Interior hiciera un alto en el camino de su inútil proceso de paz y pensara algo más en la formación que se les da a los jóvenes policías. Su labor no es amedrentar a los ciudadanos, sino prestarles un servicio público. A los dos, muchos de los ciudadanos que pasamos por Madrid se lo agradeceríamos.