Ayer viernes, por un momento, me sentí trasladado en el tiempo. Escuchaba por la megafonía instalada en un vehículo el precioso himno de los obreros que en el siglo pasado luchaban con "fe y valor" por conseguir sus derechos más elementales. Hoy los tiempos han cambiado. Ya se dice que no hay clase obrera. Ahora se nos llama a todos ciudadanos. Pero las diferencias económicas siguen existiendo. Son las mismas que entonces. Sin embargo, ya no nos apuntamos a la lucha de clases. Todo lo más, nos hacemos socios de un equipo de futbol. O de una chirigota. Y por supuesto, pertenecemos a una religión. La verdadera. O somos de una nacionalidad, cuanto más "oprimida", mejor. Todo perfectamente compartimentado. ¡Divide y vencerás!. Es la regla de oro de los programadores informáticos. También del Poder.
Evidentemente, una sociedad con casi un 20% de población activa parada, como España, o con más del 25%, como Ceuta, que no se haya levantado ya al grito de ¡a las barricadas!, es una sociedad totalmente adormecida, acomodada y manipulada. Por mucho que algunos líderes sindicales peninsulares digan que con las movilizaciones no se arregla nada. A veces no hay otra salida. Si no dispusiéramos de una enorme red de protección social, gratis para el Estado, a través de las familias, en cuyo seno conviven, y a veces malviven, hasta cuatro o cinco generaciones distintas, quizás las consecuencias de la profunda crisis económica en la que nos encontramos serían otras. Pero en Ceuta la situación es alarmante. Especialmente por la insensibilidad de algunos de sus políticos. Por esta razón, cuando contemplé a los parados de nuestra ciudad marchar al son del himno confederal, bajo la bandera sindical, para mostrar sus reivindicaciones ante las distintas Administraciones, un soplo de savia nueva recorrió mi cuerpo y me hizo revivir algunos momentos inolvidables de mi vida.

 

El Delegado del Gobierno, Fernández Chacón, hace meses que viene insultando a los parados de Ceuta, al afirmar que si estuvieran tan necesitados se echarían a la calle. Ahora, cuando lo hacen, pone el grito en el cielo, y a través de uno de sus asesores, José Antonio Carracao, figurante también de la dirección de lo que queda del partido socialista, acusa al Secretario General de Comisiones Obreras, Juan Luis Aróstegui, de manipularlos para sus intereses políticos. Cosa parecida se hace desde la Ciudad Autónoma de Ceuta, en esta ocasión vía Consejeros de Economía y de Hacienda. Aunque estos van más allá. Concretamente, el Consejero de Hacienda, Francisco Márquez, nos dice, sin rubor, que cómo van a solucionar ellos un problema tan grave como el desempleo, cuando el gobierno central no es capaz de hacerlo. O el fracaso escolar, si no tienen competencias. Pero entonces, para esto, con el mejor Alcalde de España y unos cuantos concejales eficientes, sería suficiente.

 

Los parados, lo que dicen es que hay muchas empresas que siguen contratando a trabajadores ilegales, por los que no pagan impuestos, ni Seguridad Social. Es decir, que practican el denominado "dumping social". También que se podrían poner en marcha planes especiales de protección a los desempleados, como el denominado PER de Andalucía o Extremadura. O que se deberían de reunir en una mesa por la economía las Administraciones y los agentes sociales, para intentar reconducir la situación. Todo ello es posible y realista. Hasta el Rey de España ha convocado a los agentes sociales para instarles a un acuerdo rápido a nivel nacional, que ayude al país a salir de la situación. Sin embargo, en Ceuta la cosa cambia. Aquí la razón de Estado lleva a todo lo contrario. Lo importante es mantener en el poder a una clase política servil y poco preparada. Y por supuesto cerrar el paso a aquellas personas que tengan criterios propios y pongan por encima de todo la defensa de su tierra, además del escrupuloso respeto a los derechos humanos.

 

Pero, aunque negras tormentas agiten los aires, y nubes oscuras nos impidan ver, el bien más preciado siempre será la libertad, que habrá que defender con fe y valor. Ya lo decía el himno.