En los confines del Universo, o en la 'Luna de Valencia'. No sé en cuál de los dos lugares situar a la portavoz del Gobierno de Ceuta, Yolanda Bel, en su cerrado apoyo a la Comandancia Militar de la Ciudad, a propósito del espionaje realizado a civiles. En el primero es donde casi estuve yo la semana pasada, a propósito de la visita al Observatorio de Sierra Nevada (OSN) y al Instituto de Radioastronomía Milimétrica (IRAM). El segundo, según se cuenta, era como se le llamaba a una playa de Valencia, donde se dice que iba a vacacionar la nobleza. Por eso, “estar en la luna de Valencia”, para algunos, tiene que ver con un disfrute irresponsable. Para otros, simplemente es no enterarse de nada.

Pero quiero seguir hablando de la felicidad, en este caso en su versión práctica, a pesar de que no nos dejan tranquilos, ni unos, ni otros. Ahora le ha tocado el turno a la visita que realizamos la pasada semana a los Observatorios de Sierra Nevada, gracias a la actividad organizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Instituto de Astrofísica de Andalucía, en colaboración con la Universidad de Granada. Tener el privilegio de haber nacido en uno de los pueblos más bonitos de Granada, Dílar, que extiende su territorio hasta estos lugares y además estar de vacaciones en él, ayudaba bastante a ello.

El evento comenzó con una magnífica conferencia divulgativa de un joven científico que nos explicó las múltiples curiosidades de la investigación astronómica. Después nos llevaron a ver por dentro los dos observatorios. Lo que más me llamó la atención fue el enorme avance científico realizado desde que Galileo, casi sin medios de observación, pusiera en duda que la Tierra era el centro del Universo. Sin embargo, este tremendo desarrollo científico, que nos ha llevado a captar ondas milimétricas de objetos situados a más de 13.000 millones de años luz, también nos ha mostrado que los seres humanos somos una parte minúscula de un inmenso Universo, en el que nuestro sistema solar es sólo una estrella de una de las miles, millones de galaxias que lo componen. Y lo más espectacular, que nosotros y nuestro sistema estamos compuestos de una materia que representa sólo el 4% del total de la materia del Universo. El resto casi no la conocemos. Quizás por eso, aún no hemos podido descubrir si hay o no otros tipos de vida en otros lugares.

La Iglesia quiso quemar a Galileo porque puso en duda su “verdad” de entonces. Eran tiempos en los que se confundía el poder terrenal y el divino, que afortunadamente pasaron para la mayor parte de la humanidad, aunque aún hoy día, otras religiones hagan cosas parecidas. Ahora no tienen por qué preocuparse, pues la ciencia, a pesar de sus enormes avances, sigue sin ser capaz de explicar el contenido del Universo y, además, creo que no tiene ningún interés en cuestionar la existencia de Dios. Se puede creer en Dios y también aceptar los postulados científicos, pues ambas cuestiones son realidades distintas del pensamiento humano, que deben permanecer separadas.

En política también puede ser útil saber separar las distintas realidades de la condición humana. Por ejemplo, si la joven portavoz del Gobierno de Ceuta supiera entender que una cosa es el respeto a la Institución militar y otra muy distinta, condenar las actuaciones ilegales de algunos de sus miembros (que siguen ocultos de forma cobarde), que destruyen los cimientos del propio sistema democrático, entonces nos podría convencer mejor de que no está en la 'Luna de Valencia' y de que está realizando un ejercicio responsable del cargo que ostenta.