Se publicaba la semana pasada la noticia de que el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Ceuta estaba muy molesto con el sindicato mayoritario Comisiones Obreras, por el hecho de que éste hubiera enviado por su cuenta al Gobierno de la Nación su propuesta de reforma del Régimen Económico y Fiscal para la ciudad. Por ello se le acusaba de deslealtad. No decían nada de que las negociaciones al respecto habían quedado rotas meses atrás, y no por culpa precisamente de los sindicatos. De la misma forma que han quedado suspendidas todas las reuniones y mesas por la economía en las que, junto a los agentes sociales, participaran las dos Administraciones. Y tampoco informaban que en la propuesta elaborada por el Gobierno local se pedían exenciones de impuestos altísimos y sin discriminación alguna respecto al nivel de renta.
 
Es decir, que en unos momentos de crisis en los que debemos incrementar todas aquellas medidas que supongan un reparto más solidario de la renta, desde la Ciudad Autónoma se despachan con una propuesta de bonificaciones que, de llevarse a cabo, beneficiaría a las rentas más altas en mayor proporción que a las más bajas, a costa del dinero público, y cuyos efectos sobre el incremento del consumo y la actividad económica ceutí serían prácticamente nulos. Pero claro, ante el vicio de pedir está la virtud de no dar. O la de dar de otra forma. Yo creo que este es el temor de Vivas y de alguno de sus consejeros, pues si al Gobierno nacional le diera por aceptar la propuesta de Comisiones Obreras, el ridículo sería espantoso, y sus electores se lo harían pagar. En este tipo de situaciones, antes que reconocer el error, lo más cómodo es echar la culpa a alguien.

 

Pero esta manía de culpar a los demás por hechos imaginarios no es nueva. En la Edad Media se practicaba mucho con los científicos, o con aquellas mujeres que se atrevían a llevar una vida más libre que las demás. Bastaba una acusación de brujería y asunto resuelto. La Santa Inquisición y las llamas acababan con el hechizado. Hoy, las acusaciones de deslealtad institucional están a la orden del día. Pero, también en otros ámbitos se producen acusaciones sorprendentes.

 

Así, en un artículo en las páginas de economía del Diario El País del pasado domingo, 25 de octubre, titulado 'El culpable del que nadie habla', los autores sostienen que el verdadero culpable de la crisis financiera es un modelo matemático llamado Value at Risk (VaR). Para sorpresa de muchos de los que lo hemos leído, resulta que, según los articulistas, la crisis económica no ha estado ocasionada por la ilimitada codicia de muchos directivos de grandes entidades financieras. El culpable, según ellos, es el modelo matemático que calculaba la rentabilidad de las inversiones sin tener en cuenta el riesgo de los activos que las sustentaban. No el directivo que decidía prestar con garantías de dudosa cobrabilidad. Ni el controlador del mercado de valores que no se dio cuenta de estas operaciones peligrosas. La culpa la tiene el pobre matemático que se inventó el dichoso modelo de cálculo. Es decir, algo así como si acusáramos a Einstein de los desastres nucleares ocasionados por la bomba atómica, o a Alfred Nobel de las muertes producidas en las guerras por el uso de la dinamita. Sencillamente patético. Como lo de los ingenieros y el barco del agua en Ceuta.

 

Según explica el Centro de Investigaciones sobre Economía y Negocios (CEBR) en el informe bianual que publica sobre la economía de la City londinense, las ganancias extraordinarias obtenidas por los bancos, algunos de ellos rescatados con dinero público, permitirán pagar una cantidad de primas a sus directivos de 6.000 millones de libras, lo que supone un 50% más de lo que se abonó el pasado año. También los grandes bancos estadounidenses JP Morgan y Goldman Sachs, salvados in extremis con dinero público, han anunciado enormes beneficios.

 

Aunque muchos puedan creer que estas noticias son la constatación de que, por desgracia, la codicia sigue dominando el mundo de las finanzas, sin control de ninguna clase, se equivocan. Como dirían los perspicaces observadores y analistas económicos 'serios', que suelen merodear por las oficinas de los políticos que gustan de titulares de prensa diarios, esto no son más que los 'brotes verdes' que estábamos esperando, señal inequívoca de que estamos saliendo de la crisis económica y nos espera un futuro lleno de prosperidad.

 

De la misma forma que el 'enfermo imaginario' de Molière no estaba enfermo, los acusados de deslealtad por el Gobierno de Vivas no son culpables de nada. En cualquier caso, habrá que agradecerles que hayan sabido mostrar a la ciudadanía la miseria e insolidaridad de nuestros gobernantes locales para con el resto del país, en unos momentos especialmente críticos para miles de familias españolas.