No me gusta jugar a adivino, y menos dejándolo por escrito por aquello de que queda constancia, pero este año si. Este año estaremos en Segunda A. Escribo esto 24 horas antes del Ceuta-Girona, partido que puede suponer el primer paso -nos quedan dos- para que el Ceuta pase a jugar en la División de Plata.

Y el caso es que ya nos lo vamos mereciendo, oiga. Aparte de tener que pasar diez temporadas con rivales que han hecho grande esto del fútbol como el Moralo, Cerro de los Reyes, Alcalá, Villanovense o Baza, ya va siendo hora de que demostremos a quien quiera mirar, y a nosotros mismos, de que podemos hacer cosas importantes.

El fútbol, que es la cosa más importantes de las nada importantes, tiene sin embargo una bendita y extraña condición. Es capaz de cohesionar, sea por unas horas, a un país o a una ciudad. Y aquí, a pesar de que el deporte favorito de los ceutíes es despotricar de lo propio, no se habla de otra cosa.

De la mercadotecnia y gestión del club, de la injusticia cometida con el Gabitec de tenis de mesa y de otras cosas del deporte ceutí ya hablaré otro día. Y por supuesto, hoy no escribo ni del paro, ni de la catarsis económica que se nos avecina, ni del desarraigo, ni del peso excesivo del funcionariado. Tampoco voy a escribir de la incomprensión, de los imbéciles que siguen hablando de Ceuta y Melilla como si fueran colonias y de los que siguen comprando la casita fuera "para el día que pase algo". Dentro de quince días, seguiremos teniendo estos problemas e intuyo que alguno más. Pero hoy no. Hoy pega invocar a todo lo invocable, y que los seis mil quinientos que vamos a llenar el Murube hagamos espíritu de equipo. Más que nada, porque mi amigo Pepe Almagro ya está hasta las narices de ser el autor del gol que valió el último ascenso a Segunda A. Por cierto, contra el Girona (entonces Gerona, pero bueno). Más que nada porque para algo que nos ilusiona minimamente como ciudad, y que no es la visita real, no vamos a permitir cualquier cosa que no sea un final feliz. A por ellos. Serán once y nosotros seis mil quinientos once, armados con tres mil años de historia, resistencia y orgullo. Se admiten apuestas.