Una bella ciudad costera sudamericana. Una alta personalidad española. Una joven atractiva, de esas que harían perder la cabeza al más frío de los varones. Un par de copas y una noche de sexo en un hotel junto al mar. Cuando nuestro hombre se despierta al día siguiente, su amante de una noche ha desaparecido. El único rastro es una escalofriante frase escrita con barra de labios en el espejo: bienvenido al club del Sida.

No hubo personalidad española ni frívola amante ávida de perpetrar semejante hijoputez. Fue una leyenda urbana. Un rumor más o menos verosímil, que se propaga por el boca a boca y termina degenerando en que al final todo el mundo sabe quien era el amante infectado y la víbora infecciosa. Hubo gente que incluso conocía a la mujer del recien entrado en el club de los seropositivos. Esta es una de las leyendas urbanas más recopiladas y contadas. Luego están las de la Oreja de Van Gogh, Pedro Ruiz y ETA, la de Isabel Gemio, una niña, un perro y un bote de foie-gras con Ricky Martin escondido en el ropero o la de la chica de la curva.

Ceuta ha sido escenario hoy de una leyenda urbana digna de estudio. Un niño secuestrado a las puertas del Colegio Juan Morejón por un individuo a bordo de un Mercedes verde. A partir de ahí, la ciudad se ha convertido en una cascada de noticias: desde hombres que juraban haber sido testigos del secuestro hasta algo así como mil quinientas llamadas -bueno, un pelín menos- a los medios de comunicación alertando de que el niño o niña había aparecido degollado, en el maletero de un coche o en el puente del Biutz tapado con una manta bajo la chilaba de una porteadora. Hay quien incluso ha puesto nombre a la madre del supuesto secuestrado: se llama Fati, es limpiadora del Plan de Empleo y tenía una orden de alejamiento contra su marido que, evidentemente, es el secuestrador.

Todo ha sido producto de la febril imaginación de un chaval de siete años, al que habrá que seguirle la pista porque ha conseguido una hazaña digna de Orson Welles y la guerra de los mundos. El crío escuchó una conversación de su madre con la abuela de otro niño sobre la conveniencia de acompañar a los zagales a la escuela para evitar sustos, dejó volar su imaginación y le contó al barrendero que se había producido el secuestro. Con buen criterio, el barrendero y el conserje del centro dan aviso a la Policía y la Guardia Civil que, también acertadamente, activan el dispositivo de seguridad.

Un niño de siete años ha puesto en jaque a una ciudad, que hoy visitaba Elena Salgado. No han faltado primicias informativas sobre la investigación, que han contribuido al caos. Lo bueno de esto es saber que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad están coordinados perfectamente. Lo malo de esto es llegar a la conclusión de que, en la era de internet, el sms y la PDA, estos avances tecnológicos pueden convertirse en armas de difusión de rumores de este tipo. Y lo realmente lamentable es que haya gente que, deseosa de tener sus diez minutos de fama, contribuya a la histeria afirmando, por ejemplo, que una ambulancia se había llevado a la abuela del crío a urgencias.

Algo falla, pues. Tomemos esto a broma y pensemos que ha sido un susto. Por cierto, ¿saben ustedes que una niña se comió hace poco una aguaviva y ha muerto?. A mi me lo han dicho en la calle, una mujer a la que se lo ha dicho el pescadero, al que se lo ha dicho....