La desafortunadísima -y miren que lo siento, por aquello de compartir año de nacimiento con ella- intervención de Bibiana Aido ante el Congreso de los Diputados ha reabierto el que para mí es un interesantísimo debate: el de los políticos y el idioma.

Bibiana Aido, lo he dejado por escrito, estuvo mal, francamente mal, el pasado lunes, tanto en el fondo como en la forma. Y luego ha rematado incluyendo palabras en el diccionario que no contempló jamás la RAE o poniendo a Dios por testigo que algún día la palabra miembras será correcta. Para finalizar culpando de sus lapus lingüe a su reciente estancia en Iberoamérica. Cuidado, ministra. En América Latina se cuida el idioma de un modo sonrojante para los habitantes de España.

Pero tengo que decir, en defensa de la ministra, que no es la suya la única agresión célebre al lenguaje. El que pasa por ser uno de los personajes más carismáticos de la historia reciente de España, Felipe González, dejó alguna expresión digna de mención. Desde un "no podemos hipnotizar el futurible", hasta el machacón "por consiguiente". La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, también dejaba hace poco un palabro de consideración, al autodefinirse como "lideresa". ¿No hubiera estado mejor algo como "soy una mujer con dotes de liderazgo"?.

Luego está Carmen Calvo, quijota y cocinera antes que fraila , según ella misma. O la lamentable agresión al idioma y su pronunciación en que José María Aznar convirtió una de sus cumbres con Bush al hacer gala de un horripilante e impropio acento tejano. Por no hablar de la inagotable cantera que suponen las corporaciones municipales. Yo, que tengo ya algún trienio en esto de la información política, he tenido que escuchar en toda una Asamblea autonómica animaladas como "entiyé", "ceutís" o "ajolá".

El político patrio, por lo general, descuida el idioma hasta dañarlo. Ojo: los periodistas tampoco contribuimos, precisamente, a mejorar la situación. Por tanto, lo de Bibiana Aido fue desafortunado, y como ministra que es del Gobierno de España, lleva en el sueldo la cascada de críticas que se le ha venido encima. Pero, y eso que me dejo algunos ejemplos por el camino, no tiene la exclusividad en esto de inventar palabros. Cebarse con ella y olvidar los otros atentados lingüísticos sería tan injusto como el destrozo que le estamos haciendo a nuestro idioma. Como diría Aido, todos y todas.