Odio tener razón, porque el oscurantismo del Ministerio de Defensa vuelve a ser la tónica dominante, también en esta historia, hasta el punto de que el número final de militares afectados por la reestructuración sube y baja como el Ibex 35 sin que tengamos una cifra definitiva. Odio tener razón cuando he dicho y dejado por escrito en alguna ocasión que lo peor que nos puede pasar a Ceuta y Melilla no es que nos miren como a una colonia, sino que nosotros mismos nos comportemos como tal. No puede extenderse, por las causas que sean, el mensaje de que a menos uniformados, menos españolidad. Y esto es lo que se está haciendo, más o menos abiertamente, tanto en la barra del bar como en algunas declaraciones y artículos de opinión. La reducción de efectivos de las FF.AA en Ceuta es un palo para las familias, es evidente, y mermará en buena parte la economía de Ceuta. Pero aprovechar que este Turia pasa por Valencia para infundir el miedo en la población es tan peligroso como darle un mechero a un pirómano. Las palabras, como el amor, se gastan de tanto usarlas. Y "españolidad", "confianza" y "futuro" se están usando con ligereza en este debate. Vincular como se está haciendo en determinados sectores el futuro geopolítico de Ceuta a la presencia militar -necesaria- es, como mínimo, una irresponsabilidad.
Y odio tener razón porque Ceuta sigue siendo la cigarra que canta dormida al sol. En una ciudad con un 25% de paro, nos encontramos conque la mitad de la población activa trabaja para los poderes públicos. Si a esto le unimos la fuga de talentos o el lastre de las navieras, nos encontramos con una economía subvencionada, lejos de ser competitiva, y en la que trabajar por cuenta ajena se convierte en una hazaña. Odio tener razón cuando por una reducción de funcionarios se echa a temblar hasta el gato.
Este último es el aspecto que más me preocupa. Espero, esta vez, equivocarme, pero creo que la publicación de las balanzas fiscales y la merma hasta la desaparición de los fondos europeos no nos van a dejar muy bien situados. El verdadero problema, en términos económicos, no es que se vayan ciento cincuenta o trescientos militares o que se abrieran la verja de Gibraltar y se levantara el boicot a los productos chinos en la década de los 80. El problema es que nos hemos creido el ombligo del mundo, hemos seguido engordando la administración y encomendándonos al ladrillo casi como único motor económico mientras otras regiones se han reinventado ya dos o tres veces en los últimos veinte años. Es decir, no hemos buscado más alternativas que el lamento y papá Estado, con una burocracia que aburre a los inversores llegados de la Península y que podrían, en muchos casos, dinamizar la economía. Odio tener razón, pero en esto hemos fracasado todos.
Y espero no equivocarme ahora. Ceuta tiene futuro, porque sus condiciones son propicias para ello. A pesar de todo. Pero para que esto tire para adelante, hace falta que paremos, pensemos y actuemos. Todos. Y por cierto: simplemente estoy opinando, tratando desde mi modesta atalaya de abrir un debate, aún a pesar de mis escasas posibilidades. No siembro alarmismo. Eso, se lo dejo a otros.