Pues bien, a falta de una academia, tal como la conocemos aquí, el uso es el que realmente hace la norma. Así, no nos ha de extrañar que, conforme lo expuesto anteriormente, nos encontremos carteles como estos dos que ví en uno de mis múltiples viajes por Estados Unidos:
Uno era un anuncio de cerveza sin alcohol y rezaba Bud Lite (light) y el otro era propaganda sobre lo que se conoce como “Ladies night”, que es ni más ni menos que una noche en la que en un bar sólo se permiten mujeres. Pues bien, ese cartel, siguiendo esa misma lógica estaba escrito Ladies nite.
Y es que los americanos usan una lógica en el lenguaje muy especial. Ellos piensan que si el sonido -ght no suena, ¿para qué escribirlo?. Mejor escribimos –ite que suena como queremos. Y lo mismo ocurre con los wanna (want to), gonna (going to), lemme (let me), gotta (have got to), etc, que reflejan la forma de hablar. Es como si aquí, al escribir me he caído, lo hiciéramos “a la andaluza” y pusiésemos “me he caío”. Y es que uno tiene los sentimientos divididos. ¿Es la lengua la que ha de adaptarse a la norma o es el uso continuado de un vocablo el que lo convierte en norma?. En español ya tenemos, por ejemplo, la palabra cederrón tal cual. Si no me creen búsquenlo en el diccionario online de la RAE. ¿Veremos algún día deuvedé o emepetrés?
Ahí queda el debate.
Saludos.